Afirma Antonio Baylos: «No
resulta muy sugerente discutir sobre quien es el culpable del desencuentro, ni
tampoco cuál es el peso relativo de la culpa de cada cual. Todos tenemos
nuestras preferencias y las podremos justificar con toda suerte de detalles.
Pero lo que es evidente es que ambas fuerzas políticas, en diferente grado
desde luego, han incurrido en una gran irresponsabilidad al no ser capaces de
afirmar un campo de encuentro en el que se asentaran líneas centrales de cambio social y de reforma en coherencia con lo que los
electores habíamos votado en abril». No pido excusas por la amplitud de la cita
porque habría sido de mala educación cortar la palabra al profesor Baylos.
La
sugerencia de Baylos tiene a mi entender no sólo sabiduría política sino
también, y especialmente, pedagogía: no se
enzarcen en el zafarrancho de
quién es la culpa, ni siquiera del peso relativo de la misma que tiene cada
cual. Mirando en lontananza diremos que el peso (y el peso relativo) es pura
filfa. Seguramente, muy importante para los muy cafeteros, carajilleros de
grado medio y secuaces de estados mayores peristálticos. Pero totalmente
irrelevante y, sobre todo, ineficaz para –tras el fracaso de la no
investidura-- mantener el tipo en la
cuesta de Sísifo. Que tiene un peralte que no puede solucionar ninguna
izquierda por separado: ni la presuntuosa mayoritaria, ni la excesivamente
quisquillosa minoritaria.
El
alegato de Antonio Baylos es principalmente útil –hemos dicho también
necesario-- como antídoto contra el
recurrente intento de suicidio de las izquierdas, esto es, mantener la
confrontación hasta que no quede piedra sobre piedra. (Que es cosa sabida por
los que estamos en primero de Trentin). La
alternativa a la sugerencia de Baylos es el absurdo grito de las izquierdas de
«que viene el lobo» y, a
continuación, seguir como si nada, como
si viniera Caperucita Roja.
Y
ahora, ¿qué? Pues depende: si las izquierdas son amigas del viejo Aristipo --«Yo me he presentado ante vosotros no para
unirme a vuestro dolor, sino para ponerle fin»-- deberían aplicarse al cuento. Pero si lo que
quieren es repetir ad nauseam la actual experiencia deberían seguir dándose
leña hasta que el mono hable inglés. Queda claro que la opción de Aristipo se
desprende del consejo de Antonio Baylos. De regadío. Pura luz. Dura lux, sed
lux.
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