¿Estamos en puertas de una nueva recesión económica? Antón Costas, un profesor con punto de vista fundamentado, estima
que hay indicios de ello. Pero la gran mayoría de los políticos no sabe, no
contesta. Lo más seguro es que la política pase del actual silencio a la
negación del fenómeno. Recuerdo perfectamente cuando Zapatero, licenciado en
Derecho, negó machaconamente la tesis del doctor Solbes, reputado economista,
que afirmaba que estábamos en crisis. Como así era y fue.
Los políticos son los únicos que aplauden al viejo Parménides de Elea que afirmó desparpajadamente
que «lo que es, no puede ser». O sea, la crisis que es, no puede ser. Lo que
viene a demostrar que la difusión de chorradas ya tenía su empaque cinco siglos
antes de Cristo. De modo que podemos colegir que no hay relación suficiente
entre la emisión de chorradas y el tuitter.
Dos datos preocupantes: durante el mes de Agosto el
paro se ha incrementado en 54.371 personas y la Seguridad Social ha perdido
212.984 inscritos. Ninguna reacción por parte de los dirigentes políticos sólo
atentos a la pipirrana electoral. Ni el cachazudo Pedro Sánchez, ni el divino
impaciente Pablo Iglesias han dicho, de momento, oxte ni moxte. Lo que, bien
mirado, sorprende porque todo indica que los indicios de recesión son
consecuencia de la incertidumbre política, por supuesto, no sólo española sino
la que se deriva del desaguisado inglés. Una diferencia con relación a la
recesión de 2008, que tuvo su origen en la burbuja del endeudamiento en
activos inmobiliarios.
«Entre pucheros anda el Señor», afirmó Teresa, la abulense más grande que ha dado la historia, un
concepto que debió poner los pelos como escarpias a sus contemporáneos. La enseñanza
de Teresa en nuestros días parece clara: los problemas de las gentes de carne y
hueso pueden agravarse si los indicios de recesión se materializan, y peor
todavía, si los políticos mantienen sus chicoleos y no abordan su tarea
fundamental: meterse en esa harina, en la de la economía. Lo
primero y principal, en consecuencia, es romper con Parménides.
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