viernes, 27 de septiembre de 2019

La desvergüenza del Parlament de Catalunya



El Parlament de Catalunya se ha convertido en un garito. Hasta el viejo Teatro Circo Chino  de Manolita Chen, tal como lo recuerdo, me parece un lugar más serio y respetable que esa casona del Parque de la  Ciuadadela que ya se ha convertido en el templo del escupitajo. Emblema de la degradación política de Cataluña.

Tras la decisión del juez García Castellón de procesar a los detenidos en Sabadell, la mayoría del Parlament (vale decir, las diversas cofradías independentistas) aprueba una resolución en la que se afirma «la legitimidad de la desobediencia  civil e institucional como instrumentos de defensa de los derechos civiles, políticos y sociales».  Se entiende que dicha desobediencia se dirige contra el Estado español. Desvergüenza a la enésima potencia. Porque se llama a un acto sin ofrecer protección de ninguna clase a quienes lo hagan. El Parlament de Catalunya se convierte en un obsceno Capitán Araña, que embarcaba  a la gente y se quedaba en tierra. Sus Señorías, además, incitan a la desobediencia desde el mullido confort de la inmunidad parlamentaria. El primer activista es ese Quim Torra, el bien pagao. Lo dicho: Manolita Chen era más seria, que por lo menos se ganaba el jornal con el sudor de su frente.  

He oído por ahí que, tras el Ok Corral de ayer en el Parlament, volvemos a las andadas de aquel setiembre de 2017, cuando el inquilino de Waterloo proclamó y desproclamó la república catalana. No, no estamos igual. En primer lugar, lo que ocurrió ayer es la constatación del fracaso de aquel setiembre desgraciadamente famoso. Aunque, no seamos cicateros, por lo menos en aquella ocasión había un proyecto –ciertamente loquinario, pero proyecto--, mientras que lo de ahora es ir a trancas y barrancas. Más todavía, lo más relevante de lo de ahora es ir a remolque de los aciertos o desaciertos de «Madrid». Oido, cocina: ese es el dato, todo es reacción, no proyecto. En ese desconcierto vuelve a ponerse a la cabeza del desatino el vecindario post post post convergente. Cuyo lema –con destino a los frigios de Esquerra Republicana de Catalunya—lo acuñó Tisifonte, un personaje del Fausto (Goethe): «El que cambia no debe seguir vivo». Así lo tradujo el llorado José María Valverde

Última hora.--  Se confirma  lo que anunciábamos ayer: los post post post convergentes y Dante Fachín están en conversaciones para las generales. Extraña relación entre Armani y los manteros. O, si se prefiere, el hospitalario bazar de Marta Ferrusola y Evita Perón


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