El
Parlament de Catalunya se ha convertido en un garito. Hasta el viejo Teatro
Circo Chino de Manolita
Chen, tal como lo recuerdo, me parece un lugar más serio y respetable
que esa casona del Parque de la
Ciuadadela que ya se ha convertido en el templo del escupitajo. Emblema
de la degradación política de Cataluña.
Tras
la decisión del juez García Castellón de procesar a los detenidos en Sabadell,
la mayoría del Parlament (vale decir, las diversas cofradías independentistas)
aprueba una resolución en la que se afirma «la legitimidad de la
desobediencia civil e institucional como
instrumentos de defensa de los derechos civiles, políticos y sociales». Se entiende que dicha desobediencia se dirige
contra el Estado español. Desvergüenza a la enésima potencia. Porque se llama a
un acto sin ofrecer protección de ninguna clase a quienes lo hagan. El
Parlament de Catalunya se convierte en un obsceno Capitán Araña, que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra. Sus Señorías,
además, incitan a la desobediencia desde el mullido confort de la inmunidad
parlamentaria. El primer activista es ese Quim Torra, el bien pagao. Lo dicho: Manolita Chen era más seria, que por lo menos se
ganaba el jornal con el sudor de su frente.
He
oído por ahí que, tras el Ok Corral de ayer en el Parlament, volvemos a las
andadas de aquel setiembre de 2017, cuando el inquilino de Waterloo proclamó y
desproclamó la república catalana. No, no estamos igual. En primer lugar, lo
que ocurrió ayer es la constatación del fracaso de aquel setiembre
desgraciadamente famoso. Aunque, no seamos cicateros, por lo menos en aquella
ocasión había un proyecto –ciertamente loquinario, pero proyecto--, mientras
que lo de ahora es ir a trancas y barrancas. Más todavía, lo más relevante de
lo de ahora es ir a remolque de los
aciertos o desaciertos de «Madrid». Oido, cocina: ese es el dato, todo es
reacción, no proyecto. En ese desconcierto vuelve a ponerse a la cabeza del
desatino el vecindario post post post convergente. Cuyo lema –con destino a los
frigios de Esquerra
Republicana de Catalunya—lo acuñó Tisifonte, un personaje del Fausto (Goethe): «El que cambia no debe seguir vivo». Así lo
tradujo el llorado José María Valverde.
Última hora.-- Se confirma
lo que anunciábamos ayer: los post post post convergentes y Dante Fachín están en
conversaciones para las generales. Extraña relación entre Armani y los
manteros. O, si se prefiere, el hospitalario bazar de Marta Ferrusola y Evita Perón.
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