El
partido de Gaspar Llamazares y Baltasar Garzón, Actúa, también se presenta en Cataluña. Lo
apadrina mi viejo y admirado amigo Carlos Jiménez Villarejo, compañero de todas
las batallas democráticas de antaño y de
algunas hogaño. No me parece una buena idea. Es más, creo que es
contraproducente para la izquierda. Sólo el respeto a Villarejo me impide decir
disparatada.
En
diciembre pasado me manifesté contrario a la creación del nuevo partido (1).
Llamazares y Garzón, sin embargo, manifestaron que el objetivo de Actúa era
«aglutinar a los descontentos de la izquierda». Una idea que considero
narcisista y redentorista. Y, séame permitido añadir: provoca confusión y
desagregación de los votos –pocos o muchos-- de las izquierdas. Es posible que
la pasión política de los tres (Llamazares, Garzón y Carlos Jiménez Villarejo)
les lleve a no caer en ese detalle. Sin embargo, esa pasión se ha convertido en
una patología de todos aquellos que forman parte de una determinada agrupación
de agraviados. Tengo para mí que, no obstante, el caudal de luchas democráticas
de los tres no se ha traducido en sabiduría política.
Ahora,
Actúa, aterriza en Cataluña. Precisamente en unos momentos en que lo urgente es
orientar el consenso electoral hacia las formaciones de izquierda. Cosa que
sabe perfectamente Jiménez Villarejo, que lo ha recomendado desde siempre. Por
lo demás, no dejo de pensar en algo que me veo obligado a decir: estos tres
compañeros han perdido la oportunidad de envejecer sin sobresaltos excesivos.
Lo mejor hubiera sido que Actúa continuara siendo un movimiento «al servicio de
la izquierda». Trabajando para tender puentes y facilitar entendimientos.
Proponiendo ideas y debates. Haciendo aflorar la izquierda sumergida. Han optado por lo contrario: por el
despilfarro.
(1)
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