Podemos debe rectificar el tipo de campaña
electoral. Si no lo hace se arriesga a tener unos resultados poco atractivos.
Ya de entrada no ha empezado con buen pie: ciertas confluencias periféricas han
abandonado la coalición madre, la
situación en Madrid deja mucho que desear, y ahora –por si faltaba poco—sus
ahijados catalanes no están en su mejor momento. Lo lamento muy de veras. Con
todo, estas dificultades no deberían ser consideradas como definitivamente
dadas. Todavía no está vendido todo el pescado. Hay tiempo para corregir el
punto de mira, esto es, el estilo de la campaña.
Mal
han empezado las cosas en Cataluña para En Comú—Podem. Hay confusión interna y de proyección exterior. Sugerir
la rectificación es una prueba de respeto a los
comunes. Más todavía, parte de la necesidad de que las próximas elecciones
lleguen a buen puerto y la izquierda pueda formar gobierno.
De
confusión interna, digo. Primero fue la crisis de Comunistes de Catalunya que se marcharon con sus
bártulos a las listas de Esquerra
Republicana de Catalunya.
Después, la crisis de las cabeceras de cartel de Barcelona y Girona
tuvieron sus más y sus menos: en ambos casos los votos en blanco para elegirlas
superaron a los afirmativos. Es decir, el desagrado superó al consenso. Por
otra parte, el asunto se les ha complicado: Óscar Guardingo (Podemos Cataluña)
ha renunciado a estar en la lista por considerarla «independentista». Por lo
demás, el apoyo de los Comunes a la manifestación
independentista en Madrid ha añadido más confusión a ciertos sectores, los
federalistas.
De
esa situación real se parte, a saber, con esos bueyes tendrá que arar la
coalición. En definitiva, lo hecho hasta la presente ya no se puede corregir.
Pero sí se puede –y, sobre todo, se debe-- rectificar algunas cosas que se han dicho. Pongamos que hablo del
discutido cabeza de cartel por Barcelona, Jaume Asens.
De
proyección externa. Este candidato ha estado desacertado en su reciente
intervención en el mitin electoral en las Cotxeres de Sants. Alzó la voz, dijo
pausadamente –tal vez pensando en que ese era el mensaje del día— que el 28 de
abril tenía que ser «un plebiscito para recuperar los orígenes de las clases
populares». Confusión al por mayor: una cosa es un plebiscito y otra son unas
elecciones. Y algo más, el candidato Asens extrañamente ha olvidado que Artur Mas, reivindicó para sí en unas elecciones un «plebiscito»,
que le salió rana, y de aquel fracaso vinieron no pocas preocupaciones.
SI
Asens continúa magreando en vano el concepto
«plebiscito» no cosechará nada conveniente. Por lo que sería más útil entrar de
lleno en los problemas que mueven a las personas de carne y hueso. La retórica
nunca ha dado consensos a las izquierdas.
Lo
dicho, nada está escrito en las estrellas. Pero sí sabemos que para ver que
está lloviendo no es necesario mirar a los cielos.
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