jueves, 7 de marzo de 2019

La confusión se ha hecho crónica en Cataluña




La confusión se ha hecho crónica en la política catalana. Es como si todos los géneros teatrales se hubieran dado cita: el esperpento y el sainete, el del absurdo y el de capa y espada, la ópera bufa y la dramática. Ese revuelto ha acabado por  conformar un drama, que ha desfigurado la vida política que hemos conocido hasta hace un tiempo. Permítaseme un paréntesis. Desorden institucional: años y años sin Presupuestos, durante este mandato, el gobierno de Torra sigue sin nombrar ciento cincuenta altos cargos de departamentos como expresión de la pugna entre los diversos partidos (el PDeCAT y Esquerra republicana) que simulan gobernar. Eso sí, no se descuida la cuestión crematística: los consejeros se han aliviado con un incremento salarial no irrelevante. Torra ganará 150.000 euros al años. Casi el doble del presidente del Gobierno español. Se cierra el paréntesis.

Esta confusión crónica se explica por el fracaso sin paliativos del procés. Un fracaso que tiene también una explicación en clave interna del independentismo: la lucha indisimulada, así en los entresijos de los subterráneos como a la luz pública, por ver quien definitivamente corta el bacalao y controla mayoritariamente el reparto de la túnica sagrada del poder aldeano de la Generalitat. Lo nuevo ahora es que se ha hecho explícito que el enfrentamiento de mayor calado en el independentismo ya no es con Madrid, sino en su interior. Alma de cántaro quien no lo vea.

Ahora bien, la confusión es de tal calibre que no enfrenta solamente a las fuerzas políticas, PDeCAT en sus diversas onomásticas post convergentes y Esquerra, sino que también en el interior de ambas se mantiene una pugna con posturas graníticas. Que ahora están aflorando precisamente por la confección de las listas electorales.

Resumiendo: los partidarios del quilombo, cueste lo que cueste, y los llamados pragmáticos. Unos y otros, divididos --y enfrentados a sang i fetge--  esgrimen sus metales afilados en torno a qué posición tomar en Madrid: o impedir que la derecha, una y trina, vuelva a gobernar o que el Sol salga por Antequera. Naturalmente, estos últimos prefieren que vengan las siete plagas. Es lo que alguien con mala educación llamaría joder la marrana. Pero, según ellos, después de tanto sin sentido, llegaría el día, que Francesc Pujols (1882 – 1962) profetizó: «Llegará un día que los catalanes –por el mero hecho de serlo— iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado».  En ese momento empezó el procés.

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