Un fantasma recorre Madrid: la fragmentación y división de las izquierdas que dicen ser alternativas. Su ecosistema se está desforestando. Dos películas podrían retratar tan terrible cambio climático: Mi tío (Jacques Tatí) y La vida de Bryan.
En
Mi tio hay una secuencia en la que un
árbol va deshojándose a marchas forzadas hasta que se queda en la raspa. En La vida de Bryan un grupo judío de
resistentes a Roma compiten entre sí por la pureza de sus ideales con acentos
hilarantes. Ambos films van más allá de la situación actual madrileña, pero son
un buen retrato de lo que le sucede.
Primero
fue Errejón que, en medio del río, tuvo la
ocurrencia de cambiar de caballo; después vino lo que vino: cada maestrillo
trajo su librillo y cada ratón despreció ser cola de león. Consecuencias: tres
candidaturas de la izquierda que se reclama alternativa. Tres como las hijas de
Elena; tres como las moricas de Jaen, Axa, Fátima y Marién; tres como las
Gracias de Rubens; tres como el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo. Tres candidaturas que, principalmente, rivalizarán entre sí
para ver quién se lleva los despojos de la túnica sagrada. Triste consuelo. Ocurrirá
lo que dejó dicho el inmortal Pio Cabanillas para otra ocasión: «¡Qué patada
les vamos a dar a ellos en nuestro propio culo!».
Alguien
pensará que la culpa es de los dirigentes. Tal vez, pero tengo para mí que es
un problema de todos ellos: dirigentes y dirigidos, cúpulas y base, directrices
y bisectrices. El sectarismo, desigualmente repartido, ha añadido todo lo
demás. Mientras tanto, siguiendo a Carlos Gardel:
el músculo duerme y la imaginación descansa. Segunda consecuencia: sueños de
esperanza que se han convertido en casquería al por menor.
Lo
peor de todo ello es que cada bandería justifica la división, olvidando los
estragos que ha provocado a lo largo de la historia. Y han convertido la "unidad" en una palabra enferma. Cabezas de chorlito que,
sabiendo que van al fracaso, esperan el Reino del final de los tiempos.
Vae
victis!. O sea, «Ay de los vencidos».
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