Se
dice que la ley es igual para todos. Pero no está escrito que se aplique por
igual para todos. Parto, pues, de la diferencia en este caso entre la teoría y
la práctica. Porque la separación entre lo uno y lo otro hace que la ley sea
papel mojado. Hay ejemplos para dar y vender, pero en este caso vamos a hablar
de un asunto concreto: la desobediencia militante de Quim Torra a la ley en lo atinente a los lazos
amarillos.
Dijimos
ayer que al procés sólo le quedan los
gestos. O más bien los aspavientos de
quién no sabe o no puede reorientar la situación. Al procés solo le queda la farfolla de la gesticulación. Lo que me
lleva a intuir que, además de agitadores irredentos, ponen al descubierto la
desnudez de su ignorancia política.
Veamos:
la Junta Electoral Central ha ordenado que se retiren de los edificios públicos
de la Generalitat toda la simbología partidaria en esta fase de elecciones. A
saber, lazos amarillos, estelades y
demás. A Torra le entra por un oído y le
sale por el otro. Su primera reacción es un sonoro corte de mangas. Vence el
plazo dado por la Junta. Torra hace una pirueta y recurre a la Sindicatura de
Greuges (para entendernos, el Defensor del Pueblo): Rafael Ribó. Pero,
precavido el caballero ante la posibilidad de que cada consejería le
contradiga, afirma que cada institución haga lo que crea conveniente. Con buen
criterio, la Consejería de Empresa (curioso nombre, vive Dios) aplica la orden
de la Junta Electoral Central.
Primera
consideración: ¿qué pinta Ribó en esta historia? Absolutamente nada. Y a su
provecta y fecunda edad creemos que lo sabe de sobras.
Segunda
consideración: Torra se pasa por la cruz de los pantalones la decisión de la
Junta Electoral Central. Que, de manera cachazuda, aplica la ley de la
monotonía matemática. La ley es igual para todos desde un servidor hasta ese
melancólico presidente de la Generalitat. Pero si yo mismo me sobrepaso con él
no lo duden ustedes que ipso facto se me cae el pelo.
Siempre
hemos defendido la paciencia y la práctica de no caer en las provocaciones. Sin
embargo, cuando se pasa de castaño oscuro no se puede ir con contemplaciones.
Con proporcionalidad, por supuesto. Pero evitando el espectáculo bochornoso de
escindir la ley de su justa aplicación.
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