Decíamos
en tiempos antiguos que cada maestrillo tiene su librillo. Lo mismo podemos afirmar
ahora, salvo algunas excepciones. De igual manera podría decirse en estos
tiempos: cada ministrillo tiene su librillo. Por lo que Calviño, ministra de
Economía, y Valerio, de Trabajo, va cada una por separado con su propio libro
de texto. Son dos vidas paralelas, separadas ante un problema de enorme
envergadura: cómo abordar la subida de las pensiones. Valerio es partidaria del
cálculo sobre la base del ipc real; Calviño, desde Bruselas, plantea que a ese
parámetro hay que añadir otras variables, una opinión que ha recibido el
respaldo de la representante del Fondo Monetario Internacional en España con
declaraciones hechas en inglés. Seamos francos: no se trata de una desconexión
interministerial sino el resultado de dos proyectos diferentes. De momento no
ha salido a la calle la presidencia del Gobierno diciendo esta boca es mía.
Los
movimientos sociales y el sindicalismo confederal están exigiendo claridad.
Algo que hasta la presente no se vislumbra. Precisamente en unos momentos en
que la presión de centenares de miles de jubilados y pensionistas está en las
calles con la voluntad de mantener la movilización. Y justamente en unos
momentos en que el gobierno de Pedro Sánchez
está recibiendo la presión más brutal desde hace muchos quinquenios. Es un
hostigamiento de las derechas que no han metabolizado la caída de Mariano Rajoy. Exigiendo
furiosamente elecciones anticipadas. En ese contexto, que cada maestrillo tenga
su librillo es una irresponsabilidad caballuna. Por lo que Sánchez debe superar
el dilema de o Valerio o Calviño. Digamos entre paréntesis que cada vez que ha
habido desacuerdos entre Economía y Trabajo, el pez gordo se ha comido al
pez-queñín. Lo que no deseamos ahora.
Sánchez
necesita aliados tanto si mantiene la legislatura o se decide a un adelanto.
Por lo que una decisión clara y favorable a los pensionistas le es más que
necesaria.
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