Los
Presupuestos generales del Estado ya están en Bruselas. Los altos funcionarios
de la Unión se disponen a mirarlos con lupa. Son gentes quisquillosas que
parecen regirse por el famoso teorema, atribuido a Pitágoras:
«la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la
hipotenusa», siempre que se esté hablando de un triángulo rectángulo. Habrá que
confiar en que la ministra Calviño, antigua
colega del gremio eurócrata, les haga ver
que la política tiene sus propios códigos, distintos de los del análisis
matemático. Así pues, el espíritu de los presupuestos queda encomendado al buen
hacer de Calviño y sus amistades europeas. A su vez, el Aznar chico dice que se desplazará a
Bruselas para conseguir lo contrario. Casado se ha empeñado en no «permitir» nada. El lenguaraz Rivera lo tiene más
difícil: allí le recordarán que en 2008 su partido pedía un salario mínimo de
1.037 euros. Rivera debe tomar rabillos de pasas.
Así
pues, Bruselas tiene la palabra. O la Europa de su autodestrucción, que encarna
el polo Salvini—Le Pen y sus socios de Centroeuropa o la que
apuntan tendencialmente Sánchez—Iglesias. Quede
claro: no es la Europa socialdemócrata, sino la de la reconstrucción política,
social y económica de la Unión. Que, dados los tiempos que corren, no es poca
cosa. Es nada más y nada menos que el cambio de tendencia, la superación
gradual de la crisis del 2008 y sus dramáticos efectos. Tanto en lo relativo a
la condición material de las clases trabajadores como en lo político, con los
efectos devastadores del populacherismo político y de los nacionalismos
irasciblemente desagregadores.
Por
eso no sorprende la coincidencia entre el hombre de Waterloo y sus intimas enemistades españolas. A
saber, triturar los Presupuestos lo entienden --Puigdemont y asociados más Casado y Rivera—no
sólo para precipitar la caída de Sánchez
sino para que Europa siga siendo, en parte, el Patio de Monipodio que es hoy. De ahí que el
sindicalismo no puede ser rutinariamente expectante. Si estos Presupuestos
sirven para avanzar no hay vuelta de hoja.
De manera que no jodamos la marrana.
Atención: «la ‘marrana’ a
la que alude la expresión, al contrario de lo que algunas personas puedan
pensar, no se refiere a la hembra del marrano (cerdo) sino al eje
de la rueda de la noria (teniendo en cuenta que esa noria
no es la que nos encontramos en una feria o parque de atracciones, sino el
artilugio compuesto de dos ruedas engranadas con la que, mediante recipientes,
se subía el agua de los pozos)». Así lo afirma Alfred López, un abnegado
estudioso de los ideolectos patrios. Mi tía Angela Bulla, monja de la Compañía
de María, la utilizaba con frecuencia provocando que sus colegas se pusieran
coloradas. Sancta simplicitas!
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