«Sin
muertos la independencia de Cataluña tardará más», ha declarado Agustí Colominas, uno de
los principales ideólogos del hombre de Waterloo y de su Enviado en la Tierra, Quim Torra. (La prensa
barcelonesa lo explica detalladamente) Toda una exhibición de tenebrismo. Como es natural nadie de
sus conocidos y saludados le ha pedido explicaciones. Desde el palacete de
Waterloo no se ha dicho ni oxte ni moxte.
Este
Colominas tiene una biografía repleta de altos cargos institucionales así en la
vieja Convergència
como en la Generalitat, y precisamente ahora es uno de los hombres fuertes para
organizar la enésima transubstanciación del viejo partido de Jordi Pujol, la Crida Nacional per la República. En resumidas cuentas, el caballero ha ido
saltando del coro al caño y del caño al coro. Realmente la política de empleo
de la Generalitat es, según para quién, asaz generosa.
Colominas
es de los que tienen prisa. Y, tomando nota de que la revolución de las
sonrisas ha sido un fiasco, se desliza ahora hacia las pompas fúnebres. Aunque
bien mirado no es nada nuevo la fascinación que la muerte –junto a los
correajes y las botas altas-- ha tenido en diversos movimientos sociales y
políticos del siglo XX. En el caso de este Colominas parece ser que es algo
sobrevenido.
La
muerte como elemento de reconducción de un proceso que ha ido a salto de mata. De
un procés radicalmente fracasado, que
ahora necesita muertos. Naturalmente este Colominas no será quien se inmole,
lo suyo es dirigir desde la sala de máquinas de las covachuelas del Palau. A lo
máximo que llegará este personaje es a ser el novio de esas muertes.
Él,
profesor de Historia, sabe que los muertos los ponen los de siempre. De modo
que, no hace falta insistir en demasía. La invitación de Colominas es el
resultado de la exasperación de ciertos sectores del independentismo por los
resultados de una caminata hacia ninguna parte. Pero hay algo más: es una
invitación en regla a que ciertos sectores proclives a tener menos prisa se
dejen de pamplinas y componendas.
Conclusión
provisional: la Crida de Puigdemont
arraca con un tenebroso genoma, la necesidad de un muerto. Pero que lo
pongan los de siempre. Con la estética de Gabriele d´Annunzio.
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