La derecha
carpetovetónica no tiene remedio en Cataluña. Afortunadamente. He perdido el
número y el nombre de primeros espadas
que han estado al frente del Partido Popular
en Cataluña. Todos han durado el sueño de una noche de verano. Ahora le toca el
turno al áspero Albiol que pasará a otro
conmilitón la vara de mando del partido. Más todavía, todos los defenestrados
han salido por la puerta de atrás.
No se trata de mala
suerte, es el resultado de múltiples factores que hacen de esta bronca
organización una anomalía en Cataluña. Como mínimo estos pueden ser las razones
de tal irrelevancia:
n La posición
histórica de las derechas catalanas de matriz centralista de enfrentamiento
rijoso con la cuestión catalana.
n Lo que le ha
impedido un análisis político de la sociedad.
n La ausencia de
líderes sociales en las capas tectónicas catalanas: ningún movimiento ha
contado nunca con personalidades inscritas en el partido. Eran y son líderes de
mesas, no de masas.
Por otra parte el
espacio político, potencialmente orgánico, del Partido Popular ya estaba
cubierto por la derecha granconvergente de Jordi
Pujol. A estas alturas vale la pena recordar que considerable número de
alcaldes franquistas se pasaron al pujolismo en las primeras elecciones
municipales. Tales alcaldes se acostaron franquistas y se levantaron de buena
mañana en el regazo del Patriarca. Buen olfato el de aquellos galápagos.
La derecha catalana
siempre se sintió cómoda con las políticas económicas de Convergència. El
resultado de las primeras elecciones generales con la victoria de socialistas y
comunistas les espantó. Pujol era la garantía de que aquello no fuera a
más. Un Pujol que siempre pareció un aval para que el parné siguiera en
las manos de los de siempre.
Ahora, desde la
derecha, le ha salido otro competidor (aparte de Ciudadanos):
es el grupo llamado Lliures que lidera un
personaje tan versátil como Teixidó que cursó estudios primarios en la Liga
Comunista Revolucionaria, se graduó en el Centro Democrático y Social (de
Adolfo Suaréz) y se licenció en Convergència. Lliures, digo, se llama, y es el ajuntamiento de una cierta
agrupación de agraviados del independentismo.
No sería, pues,
extraño que el nuevo dirigente del PP dure tanto como sus predecesores. Pero
eso ya se verá.
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