Ha
muerto Neus Català, una de las madres nobles de
la izquierda emancipadora. Fiel exponente del comunismo de los sueños, no del
comunismo de las pesadillas. Neus era una parte relevante del siglo XX. Cien
años de combate por la emancipación, contra el fascismo, por la democracia. De
todo ello fue protagonista directa. Todo ello lo ha explicado en sus libros y
en sus charlas con un lenguaje austero, sin efectos especiales. Con la
sencillez de quien afirma que «nosotras éramos así». De ella se podría decir,
al estilo de Thomás Mann, que era una
mujer de gran formato.
Cuando
Neus relataba en los colegios sus años de cautiverio en los campos de
concentración nazis a los niños se les ponían los ojos como platos. Una niña,
tras escucharla, explicó en su casa que había conocido a la mujer que derrotó a
Hitler. Supo la jovencísima estudiante que Neus había organizado en el campo de
concentración un grupo que hacía sabotaje a las armas alemanas contra los
aliados.
Neus
Català, comunista del PSUC. Y, sin embargo, los
testimonios de pésame de altas
personalidades de la política han señalado sólamente su condición de
republicana, antifascista y feminista. Cierto, lo era. Pero provoca perplejidad
que se hayan descuidado a cosica hecha –o por negligencia-- de su principal
condición: ser comunista en tiempos dramáticos. Es como aquel maestrillo que
explicaba lo gran prosista que era Dante,
dejando al cabo de la calle la Divina Comedia.
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