Variaciones sobre un tema de Rodríguez de Lecea
No
seré yo quien lamente si no hay debate electoral en Casa Roures o en la televisión pública, la 1. Me
pasa igual que a mi viejo amigo Paco Rodríguez de Leca (1).
Tengo otras cosas esa noche de mayor interés como, por ejemplo, echar una
partidita de remigio con las
amistades. De hecho hace ya muchos años que no veo ningún debate de ese tipo. Francamente,
no tengo interés en escuchar las cacofonías reiteradas que exhiben los candidatos
durante esos mal llamados debates. Serán
previsibles las intervenciones de los participantes. Desde los infundios e
injurias que lanzarán dos niños bitongos como Casado y Rivera a las izquierdas hasta el «se hará lo que se pueda» de Sánchez y el «haremos lo que no podamos» de Iglesias. Así, pues, todo (o casi todo) es previsible.
Previsible que Casado acuse a Sánchez de haber pegado fuego a Notre Dame de
París. Previsible que Rivera critique a Sánchez e Iglesias de ser los causantes
de la pérdida de Cuba y Filipinas. Previsible el talante de Sánchez explicando
la diferencia entre querer y poder. Previsible, también, que Iglesias no deje
títere con cabeza. Mejor la partida de remigio, ¿dónde va a parar? Sépase que
al menos las partidas de cartas tienen un final imprevisible, cuando no hay
tahúres.
Pero
una cosa es no ver el debate –se haga donde se haga-- y otra, bien distinta, como el mismo Paco
Rodríguez de Lecea apunta, a saber, cumplir con mi derecho-deber el día de las
elecciones. Me pondré mis mejores galas, tomaré mi cafelito con tejeringos, y
de bracete con mi señora acudiré a la mesa electoral.
Que
¿a quién votaré? Lo haré a quien
disponga de más zotal para ir limpiando los establos de Augiás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario