martes, 18 de diciembre de 2018

El viernes Consejo de Ministros en Barcelona



El gobierno de Pedro Sánchez tomó la decisión de reunirse en Barcelona. Automáticamente los hunos hablaron de concesión a los independentistas; los hotros desempolvaron del armario la palabra provocación. El próximo viernes es la cita. Las espadas siguen en alto y ya veremos qué sucede. De momento, nos encontramos ante un quiero y no puedo de Torra, el presidente—vestigio, la sectaria e inhospitalaria reacción de lo que podríamos llamar independentismo no institucional y el planteamiento de algunas voces, también independentistas, que no quieren brindar un espectáculo de gratuita insolvencia. En fin, algo más que matices. Más grietas no irrelevantes. 

Jordi Sánchez, que sigue encarcelado, ha dirigido una carta al Govern català donde pide con claridad que los costes del no encuentro pueden ser considerables. Es más, reincide en su postura de que facilitar la reunión del viernes no puede ser considerada como un acto de «traición». Jordi Sánchez, que paseó el capote de brega de Rafael Ribó, después cuidó el capote de paseo de Artur Mas y, posteriormente, el suyo propio ha acumulado la suficiente experiencia para saber la diferencia entre provocación y traición. Es un acervo que no parece ser entendido por el Juez campeador que le mantiene en prisión, partiendo de la vieja idea de hágase justicia y explote el mundo.

Al campeador ni siquiera se le ha pasado por la cabeza si la utilidad de Jordi Sánchez es más grande y eficaz --¿para qué nos vamos a ir con rodeos?-- en la calle que en la cangrí. La utilidad de rebajar la tensión del conflicto. Ahí lo dejamos, no sin meditar que depende cómo una interpretación ideológica de la justicia es, por lo general, más propia de pirómanos que de jurisconsultos.

Mientras tanto, Torra vive sin vivir en él. El presidente—vestigio sigue en su castillo de Peñíscola, como aquel Papa Luna, que hizo simétrico el número 13 con su temeraria testarudez.  La siguiente anécdota se la dedicamos al presidente—vestigio.

En los primeros años cuarenta sir Samuel John Gurney Hoare, vizconde de Templewood, era embajador del Reino Unido en Madrid. En cierta ocasión los falangistas organizaron una manifestación en la contra la pérfida Albión en la puerta de la embajada. El gobernador civil de Madrid telefoneó al embajador para tranquilizarle: «No se preocupe, señor embajador, le mandaré más policías». El flemático inglés respondió con retranca: «No me mande más policías, mándeme menos manifestantes». Tal vez tuviera ancestros de la Vega de Granada. Excelsa malafoyá. Se aclara que malafoyá es sinónimo de retranca con sarcasmo, bautizada con el agua de la Fuente del Avellano.



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