El
gobierno de Pedro Sánchez tomó la decisión de
reunirse en Barcelona. Automáticamente los hunos hablaron de concesión a los
independentistas; los hotros desempolvaron del armario la palabra provocación.
El próximo viernes es la cita. Las espadas siguen en alto y ya veremos qué
sucede. De momento, nos encontramos ante un quiero y no puedo de Torra, el
presidente—vestigio, la sectaria e inhospitalaria reacción de lo que podríamos
llamar independentismo no institucional y el planteamiento de algunas voces,
también independentistas, que no quieren brindar un espectáculo de gratuita
insolvencia. En fin, algo más que matices. Más grietas no irrelevantes.
Jordi Sánchez, que sigue encarcelado, ha
dirigido una carta al Govern català donde pide con claridad que los costes del
no encuentro pueden ser considerables. Es más, reincide en su postura de que
facilitar la reunión del viernes no puede ser considerada como un acto de
«traición». Jordi Sánchez, que paseó el capote de brega de Rafael Ribó, después cuidó el capote de paseo de Artur Mas y, posteriormente, el suyo propio ha
acumulado la suficiente experiencia para saber la diferencia entre provocación
y traición. Es un acervo que no parece ser entendido por el Juez campeador que le mantiene en prisión,
partiendo de la vieja idea de hágase justicia y explote el mundo.
Al
campeador ni siquiera se le ha pasado por la cabeza si la utilidad de Jordi
Sánchez es más grande y eficaz --¿para qué nos vamos a ir con rodeos?-- en la
calle que en la cangrí. La utilidad de rebajar la tensión del conflicto. Ahí lo
dejamos, no sin meditar que depende cómo una interpretación ideológica de la
justicia es, por lo general, más propia de pirómanos que de jurisconsultos.
Mientras
tanto, Torra vive sin vivir en él. El presidente—vestigio sigue en su castillo
de Peñíscola, como aquel Papa Luna, que hizo simétrico el número 13 con su
temeraria testarudez. La siguiente
anécdota se la dedicamos al presidente—vestigio.
En
los primeros años cuarenta sir Samuel John Gurney Hoare, vizconde de Templewood, era embajador del Reino Unido en Madrid. En
cierta ocasión los falangistas organizaron una manifestación en la contra la pérfida Albión en la puerta de la
embajada. El gobernador civil de Madrid telefoneó al embajador para
tranquilizarle: «No se preocupe, señor embajador, le mandaré más policías». El
flemático inglés respondió con retranca: «No me mande más policías, mándeme
menos manifestantes». Tal vez tuviera ancestros de la Vega de Granada. Excelsa
malafoyá. Se aclara que malafoyá es sinónimo de retranca con sarcasmo,
bautizada con el agua de la Fuente del Avellano.
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