domingo, 16 de diciembre de 2018

Dos vidas paralelas: Aznar y Puigdemont


Dos dirigentes políticos que no tienen responsabilidades de gobierno, pero cuentan con una ascendencia importante entre sus seguidores. Tienen en común su adscripción a un feroz nacionalismo: el primero, trufado de violetas imperiales; el segundo, de matriz aldeana. Ambos salpimentan sus agrias pipirranas con una ideología que está desubicada del mundo de la globalización. Es la ideología del campanario. Dos vidas paralelas que, contradiciendo la geometría de nuestro  padre Euclides, se encuentran en esencia, presencia y potencia.

Dos vidas paralelas. Ambos mandan por delegación de funciones. Sus capataces llevan a la práctica los artículos de fe que ellos, desde las alturas, pregonan. Aznar, jupiterinamente; Puigdemont, a golpe de jaculatorias. Con una substancial diferencia: el hombre de las Azores está uniendo el arco de las derechas, desde la tradicional hasta las más exasperadas versiones ultramontanas; el de Waterloo destroza todo lo que toca. Con todo, otro elemento les une: fuera de sus respectivas iglesias –afirman-- no hay salvación. En concordancia con sus diversas mitologías, el uno y el otro rezuman impaciencia: el carpetovetónico irascible cree –e incita en su agitprop--  que es ahora, ahora mismo, cuando hay que resolver el problema de Cataluña con Atila al frente de los hunos; el català emprenyat, por el contrario,  entiende que es ahora, ahora mismo y no mañana, cuando hay que soltar definitivamente las amarras, con los almogávares como punta de lanza de los hotros.

Dos vidas paralelas que tienen en común la doble moral y la doble contabilidad.

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