El
consejero de Sanidad de la Generalitat de Cataluña, Antoni Comín, no ha heredado de su padre, Alfonso Carlos
Comín, la vergüenza, el pundonor y el rigor.
Y si alguna vez tuvo esas virtudes se le fueron evaporando al calorcillo de sus
ambiciones. Eso sí, ha tomado en préstamo vitalicio las trapacerías de aquellos
a quienes muy gustosamente acompaña. Y la inutilidad de la gestión anterior del
Departamento donde chicolea desordenadamente.
¿Por
qué hay tan elevado número de personas en las lista de espera? Comín el Joven
responde torticeramente: «Cuando Cataluña sea independiente se acabarán las
listas de espera». Habló Blas, punto redondo. Ahora, se ha superado. «Más de
una vez, teniendo plaza en un box de urgencias, la enfermera decide dejar a un
enfermo, sin familiar acompañante, en el pasillo.» Bravo, ahora la culpa la
tiene el maestro Armero, vale decir, las enfermeras. Que reincide: «Esa permanencia en el pasillo responde a la
decisión de la enfermera, que quiere tener al paciente a la vista» (1). Tozudo
el consejero y desvergonzado su libro de estilo.
Comín
el Joven desvía su propio caos y su contumaz inepcia hacia las enfermeras,
insultando su profesionalidad y sus códigos deontológicos. Pero los extremos
han llegado tan lejos que, según dicen fuentes solventes, el caballero duerme a
pierna suelta, esto es, sin remordimientos de conciencia. Definitivamente, la tarjeta
oro hace estragos. Más todavía, de él se tardará mucho en decir aquello de
«dichosa la rama que al tronco sale».
1) http://www.economiadigital.es/es/notices/2017/01/comin-enfermeras-88530.php
1) http://www.economiadigital.es/es/notices/2017/01/comin-enfermeras-88530.php
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