sábado, 14 de agosto de 2021

Manuscrito perdido en Fuente Vaqueros


 

Homenaje al Gattopardo en Parapanda: el vals que bailaron doña Sagrarito y Juan de Dios Calero.

 

MARX Y WITTGENSTEIN EN PARAPANDA: 25 Relatos breves

 

Nota Editorial. Don Angel Custodio del Valle, autor por encargo de los incipits más celebrados de grandes escritores, me manda estos relatos cortos con el ruego de que los publique esta revistilla. Y así se hace. Con la siguiente técnica, sugerida por el mismo incipista: según vayan llegando se irán colocando en la parte superior; los antiguos quedarán en esta misma entrada en ayuso lugar.

 

 

Walt Whitman por bulerías (25º Relato)


Cómo luce el sombrero
¡ay! del maestro Calero.
Allá en los Bermejales
cantando va por verdiales,
y con altivez mística
se caga en la Vística.

Ay, cómo luce Calero
las alas de su sombrero.
Ni Baldomero Espartero
ni el Triángulo Escaleno
lucen el ala del sombrero
como Juan de Dios Calero.

(Walt Whitman. The parapanda men. Traducción de Luisito Casas)

 

Aut novisimo aut nihil (24º Relato)


Aquel italiano impasible tuvo el detalle de venir a Parapanda. En el Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno, atestado de gente, había más expectación que cuando se estrenó “Lo que el viento se llevó”. El orador vino a decir, sobre chispa más o menos, que antes llevaban banderas coloradas, más tarde las cambiaron por un tono calabaza, y ahora para ahorrarse problemas con el arco iris irían a cuerpo juncal. El italiano impasible acabó su charla con un vibrante Aut novisimo aut nihil.

 

Desde lo hondo, casi al lado del mostrador, Juan de Dios Calero dejó su autorizada opinión: “Veltroni, déjate de pollas, que el agua está muy fría”.

 

¿Cuándo se jodió la Italia, Calerito? (23º Relato)

 

-- ¿Cuando se jodió la Italia, Calerito?

 

-- Mejor pregúnteme por el cologaritmo neperiano de 35.458, caballero. Pero sí tengo claro lo que debo hacer en mi casa. Lo primero es quitar los retratos que están en el pasillo.


Y Calero, fiel a su palabra, llevó aquellas caras italianas al desván. Las de Gramsci y Dante las trasladó al comedor.

 

 

La envidia de Falla y Stravinsky (22º Relato)

 

Y de repente todos los parroquianos del Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno, de Parapanda, se pusieron de pié: “A la paz de Dios, don Manuel”, “¿Cómo está usted, don Igor?”.

 

Juan de Dios Calero puso en la gramola el disco de “Los campanilleros por la madrugá”. El maestro Falla casi cae en deliquio. Y el ruso habló casi tartajeando: “Manolo, qué manera de perder el tiempo la nuestra con tanta leche del fuego de mi pájaro y los tres picos de tu sombrero. Esta pieza teníamos que haberla compuesto nosotros”. “En el caso de que hubiéramos caído, Igor”, matizó don Manuel.

 

Y Calero diplomáticamente: “Qué cosas tienen ustedes”. El joven matrimonio forastero Rodríguez de Lecea-Martorell no daba crédito a sus oídos.

 

La solidaridad y el bel canto en Parapanda (21º Relato)

Nunca olvideremos el detalle que tuvo Titta Ruffo cuando estuvo en Parapanda participando en la semana solidaria con su cuñado, Giacomo Mateotti.

En el Teatro Municipal hacían una memorable función: nada menos que Los Puritanos, del maestro Bellini. Pues bien, parecía que el teatro se venía a bajo cuando acabó el dúo que, en Parapanda, se dió en llamar “de don Jaime Mateotti”: sombreros, boinas, gorras y hasta dos fiambreras se lanzaron al aire jubilosamente. Bis, bis, bis... Titta Ruffo pidió silencio, y con voz aproximadamente parapandesa reclamó: “De acuerdo, siempre y cuando nos acompañe Juan de Dios Calero, pues estamos al tanto que se lo sabe de carrerilla. Y no hay más que discutir”.

Y aquel dúo se convirtió en un trío. Sabemos de buena tinta que Calero no ceceó entonando el Suona la tromba intrépida...

(Hipólito Lázaro, El belcantismo en Parapanda. Ediciones, Madres del Rao, 1959)

 

El primer Primero de Mayo en Parapanda (20º Relato)

 

La discusión empezó a tomar mala pinta. Lo nunca visto en la taberna Raíz Cuadrada de Menos Uno, de Parapanda. He aquí la zahúrda: quién estuvo y quien no en nuestra ciudad en aquel legendario primer Primero de Mayo.

Dijo el Ajergao: Os digo, y no saquéis de mis casillas, que quien vino fue Rubén Darío. (Pitos de un sector de la parroquia)

Habló Perniles: Anda ya. Quien vino a tomar las aguas fue don Renegado Kaustky (Movimiento de sillas)

Rebatió don Nazario: Calma, calma. La memoria os falla. Los actos de aquel Primero de Mayo los presidió Glorita Wilhelmi, la madre de doña Gloria. (Aplausos atronadores, aunque minoritarios)

Juan de Dios Calero: Menos mal que tenemos al historiador don Javier Tébar que nos defiende de vuestra mala memoria. (Voces de qué quieres decir, Calero. Aclara eso ahora mismo, Juan de Dios...y ciertos denuestos desde el mostrador)

El niño de Pepelópez: Bien dicho, Calero. ¡Abajo los pepinos daleaos! Mejor arder que casar. Ea.

 

Calero lee las obras de Karl Korsch (19ª Relato)


Cuando ví a Juan de Dios Calero leyendo las obras completas de Karl Korsch no pude reprimirme, y como quien no quiere la cosa le dije arretrancadamente que a qué venían esas novedades. Calero, tagarnina de chasca en ristre, me dijo: “¿Para qué vamos a engañarnos? Los ricos se saben de memoria lo que nos dijo el Barbudo de Tréveris cuando estuvo en Parapanda”.

El recuerdo de viejos achuchones morganáticos (18º Relato)

Doña María del Amor Hermoso habló: “La huelga en la fábrica de tabacos es una cosa muy fea, Calero”. Éste repuso: “Pero, si los Evangelios dicen que...”. Y la dama: “Mire usted, menos mal que los ricos tenemos a la Iglesia, que nos defiende de los evangelios”. Juan de Dios, con nostalgia lancinante de viejos achuchones en la caballeriza con la ya empingorotada señora, tocándose muy finamente el sombrero, casi susurró: “Quede usted con Dios, Maruja. Mañana será otro día”.

Alfonso C Comín en Parapanda (17º Relato)

-- Dispense, Señor Cura. ¿Dios hizo también a los caciques a su imagen y semejanza? Porque entonces yo...

-

- No, Calero. Tú eres una anomalía. Dios, nuestro Señor, te quiso diferente a Él.

(Fragmento de “Partogénesis evangélica”. Alfonso C. Comín. Ediciones Coram populo, Parapanda 1965)



Homenaje al Gattopardo en Parapanda. (16º Relato)

Llevándose la mano al corazón, Juan de Dios Calero le dijo a la bella dama de la baja aristocracia comarcal: “Sagrarito, este foxtrot no es el símbolo del compromiso histórico. Eso no cabe en un militante sinárquico como yo. Si la saco a bailar es por rozar las lindes de su talle. Con Rosita Luxemburgo es otra cosa”. Y la damisela: “Qué cosas tiene usted, Calerito, Ahora viene el Vals de las Olas”.

Llamamiento a la Huelga general en Parapanda* (15º Relato)



Parapandesinus!

Arma virumque cano, Parapandae qui primis ab oris Hispaniam fato profugus Motrilensis uenit litora, multum ille et Antonius Baylosenius iactatus et alto ui superum saeuae capitalismi ob iram multa quoque et bello passus. Non ignara malis miseris succurrere disco. O dictatores, tantanae uso generis tenuit fiducia uestri?




Hodie, non labor!


Ave, Vir Audax.

 

* Se atribuye la redacción de esta octavilla a Juan de Dios Calero.

El primer Primero de Mayo en Parapanda (14º Relato)


Arma virumque cano... 
¿Virgilio? No, no. Juan de Dios Calero, de Parapanda. Es su elogio a los Mártires de Chicago, los de aquel Primero de Mayo en los Estados Unidos de Norteamérica.

Wittgenstein a Juan de Dios Calero (13º Relato)


LW. Maestro Calero, me he pasado media vida hablando de las palabras y todas esas cosas... Pero resulta que no sé qué quiere decir ese término que usan ustedes: chipercolia.

JDC. Pues usted verá, don Luis. Quiere decir ocurrencia chistosa. Por ejemplo, hablando con precisión podemos decir que el contenido de la obra “Materialismo y empiriocriticismo” es una chipercolia. Pero eso no lo decimos en público en aras a la unidad.

El Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno (12º relato)

El Bar Raíz cuadrada de menos Uno, de Parapanda, estaba regentado por un buenhombre que tenía un enorme parecido a Federico Engels. Por eso le pusimos de mote El General. Calero escribió en “Horizontes cercanos”, la gacetilla de los Socialistas Sinárquicos que `ese apodo no tenía nada que ver con el Anti-Düring´.

IGOR STRAVINSKI EN PARAPANDA (11º Relato)

Bajo la dirección del maestro Stravinski, la Banda Municipal de Parapanda, en estreno universal, interpretó El Pájaro de fuego. Como solistas de postín intervinieron don Manuel de Falla percutiendo sus dedos y Juan de Dios Calero haciendo palmas sordas. (De Luigi Nono: Una sera a Parapanda, Stravinski, Falla e Calero. Ed. Feltrinelli. 1947)

La conjetura de Poincaré (10º Relato)

Don José Batatero, maestro de escuela de Parapanda, no salía de su asombro. Juan de Dios Calero había resuelto la Conjetura de Poincaré. Dos meses antes don José había explicado a los parroquianos de la taberna Raíz Cuadrada de Menos Uno que daba la batalla por perdida: la conjetura estaba acabando con él. “Ya no soy el de antes”, remachó.

Don José Batatero se hacía cruces. Juan de Dios, libretilla de rayas en ristre, habló: “Aquí está el intríngulis. Vamos a demostrar, y hemos demostrado, que la esfera tridimensional, también llamada por usted hiperesfera, es la única variedad compacta tridimensional en la que toda guita o círculo cerrado se puede deformar, se puede estropear; usted habla de que se deforma, en un punto. Mientras cogía aceitunas me dije que un buen punto de partida podía ser clasificar las variedades en el espacio usando lo que usted, don José, nos enseñaba sobre el concepto de homeomorfismo. Total, que a cosica hecha le metí mano a la topología geométrica. La cosa cuadró mientras Paco, en la reunión, el Jerraror hacía el informe sobre el análisis de clase y perspectivas de lucha. Pero eso queda entre nosotros dos, don José, porque los camaradas pensaban que estaba tomando apuntes.

Don José Batatero se echó al coleto un buen trago de cazalla, se quitó el cigarrillo caldogallina de la boca, se inclinó ceremoniosamente y habló a la manera santaferina: “Cuento con tu permiso para ponerlo en conocimiento de don Julio Rey Pastor. Espero que te den la medalla Fields”. “No hay para tanto, don José. Pero que no se entere el Jerraor de que no tomaba apuntes”.

Jenny Westphalen a Juan de Dios Calero (9º Relato)


Bakunin puede decir lo que le venga en gana ¡faltaría más! Pero mi marido es una persona humilde: nació en Tréveris pudiendo haberlo hecho en Parapanda.

Del Epistolario de Juan de Dios Calero a Karl Marx (8º relato)

Apreciado don Carlos:

No nos ha sentado muy bien que digamos el tono de su carta. Cuando le dijimos a su yerno que no iríamos al Congreso de Londres lo hicimos en tono asaz educado, pues es cosa que nos enseñaron nuestros mayores. Concretamente manifestamos a Pablo Lafargue nuestros puntos de desacuerdo con ustedes. Que son: el follaero que se me traen ustedes contra los bakuninistas; las malas pulgas que tienen sus parciales contra Proudhom y los suyos; lo que usted dijo sobre los carlistas...

Verá usted, don Carlos: aquí no conocemos a ningún bakuninista, pero si viniera por esta plaza le oiríamos con respeto y después le armaríamos un fuerte chillerío; tampoco somos partidarios de ese tarambana de Proudhom, pero cuando vino a predicar a Parapanda le pagamos su estancia a escote; somos, finalmente, adversarios de los carlistas, unos meapilas de agua bendita. O sea: las cosas, claras como las aguas que pasan bajo las puentes del Genil. De manera que ¡nosotros somos gentes de fiar! En conclusión, no iremos a Londres hasta que no recibamos una carta de usted tratándonos con buenos modales. Ni siquiera le pedimos que rectifique... Sólo buenos modales.

Por la agrupación de Parapanda de los Socialistas Sinárquicos, Juan de Dios Calero.

El beaterio y Rosa Luxemburgo (7º Relato)

“No es cierto que Juan de Dios Calero, como propalan los niños bitongos de la Adoración Nocturna, haya cometido acciones impuras pensando en Rosa Luxemburgo. Son muchas las razones que refutan ese infundio. Primero, en la casa de nuestro amigo no hay retrete. Segundo, en el único dormitorio que tiene su casa se acuestan catorce personas: los padres, los abuelos y los hermanos. Y tercero, Juan de Dios no piensa en el culo de las camaradas”. Así habló fundadamente Angelo Bulla, que había ejercido de proviviri en su Lucca natal. Los parroquianos del Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno premiaron la lógica formal del discurso con repetidos ¡bravos! y se hasta pidió que don Angelo hiciera un bis en su discurso.

Calero, tocándose el ala de su sombrero, remachó: “¿En qué cabeza cabe que yo le haga ese feo a nuestra Rosa?”. El todo Parapanda le pidió que bisara. Desde entonces el beaterio local ni el beaterío de la Vega levantaron cabeza.

 

Exhibición de bilingüismo (6º Relato)


Juan de Dios Calero, con retranca parapandesa, a Mias: “Torna a Surriento”. Mías, macmahonianamente, a Calero: “J’y suis, j’y reste”.

Declaraciones de Arnold Schönberg a The Times (5º Relato)

 

“Hasta que La Niña de los Peines no cante La noche transfigurada, esta obra queda retirada de cartel”, manifestó el compositor. “Pero, maestro, si esa pieza no tiene letra...”, repuso el crítico musical. “Ni falta que le hace, ya se la pondrá Pastora en Parapanda”, remachó atonalmente.

Cuando Juan de Dios Calero supo la noticia exclamó: “Muy justo, las minorías tienen que apoyarse las unas a las otras”.

Elogio de Ludwig Wittgenstein a Juan de Dios Calero (Cuarto Relato)

Séame permitido un enfático aticismo: nadie lució el ala del sombrero como Juan de Dios, de Parapanda. Ni siquiera el triángulo escaleno se esmeró tanto con el ala de su sombrero. Tampoco Bogart tuvo la elegancia campera de Juan de Dios con el ala de su sombrero.

Firmado LW (Viena, Octubre de 1922)

Del epistolario Marx – Engels (Tercer relato)

Amigo Engels, ¿me puedes explicar por qué no viene ningún delegado de Parapanda al Congreso de Londres? Tuyo, Marx.

Querido Karl, ten en cuenta que la gente de Parapanda es muy suya. Afirman testarudamente que tú y Bakunin os lleváis peor que los gitanos y la guardia civil. Ni siquiera un tal Anselmo Lorenzo ha podido meterles en vereda. P/S. Vigila tu bragueta, por lo que más quieras; y no me pongas en más compromisos. Tuyo en la Idea, Federico.

Los silencios de Wittgenstein (Segundo relato)

De lo que no se puede hablar hay que callar, sentenció Ludwig Wittgenstein en la taberna “Raíz cuadrada de menos Uno”, en Parapanda.

Los parroquianos se rascaron la cabeza aperplejados. Con esas, Juan de Dios Calero –joven motril y cortijero de antiguas generaciones— con especiosa solemnidad se dejó oír: “Usted dispense, don Luis, de lo que no se puede hablar hay que seguir cavilando.

La parroquia no aplaudió por respeto al profesor que había escogido Parapanda para tomar las aguas.

Las excusas no valen (Primer relato)

Quienes aquejados por una grave enfermedad no sienten dolores, están mentalmente enfermos, dijo Juan de Dios Calero cuando Waterloo echó la culpa de sus cuitas a la influencia del pito doble, digo, del seis doble.

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