domingo, 11 de abril de 2021

Cataluña: un gobierno en la sombra


Por lo que sabemos no hay manera de que quienes no han ganado las elecciones autonómicas catalanas formen gobierno: Waterloo no para de levantarle el gallo a Esquerra Republicana de Catalunya que se resiste a dejar su condición de partido más confuso de Europa. El tiempo transcurrido sin gobierno invita a todo tipo de especulaciones, incluida la que se le atribuye a Puigdemont, que no es tanto la repetición de los comicios sino el fomento del caos, la balumba política permanente.

Alguien, desde las filas de los socialistas catalanes, ha propuesto un «gobierno en la sombra». Se trata de una iniciativa que tiene un precedente en Cataluña con la formalización de ese gabinete durante la sexta legislatura con Pasqual Maragall como jefe de la oposición. A decir verdad, aquella iniciativa pasó sin pena ni gloria y la pompa duró menos que poco. Hablando en plata, aquello fue una ocasión perdida. Lo más chocante es que nunca se ha dado una explicación de la vida breve de aquella experiencia.

Me parece buena idea esto del gobierno en la sombra. Por otra parte, la experiencia de gobierno de Salvador Illa es una indudable ventaja para el funcionamiento de ese instrumento. Su función sería –con independencia de lo que le corresponde al parlamento— sugerir y proponer medidas ´de gobierno´ cotidianamente. Se aclara que este instrumento no es un monstruo burocrático, sino un grupo de nueve o diez ´consejeros en la sombra´ sin más atalajes que el telefonillo móvil y el ordenador. 

Ahora bien, en las cosas de la política y sus islas adyacentes siempre hubo una fea costumbre, esto es, anunciar a bombo y platillo una iniciativa estridente –como si fuera un globo sonda--  que en realidad son ocurrencias de buena mañana, que sólo duran un telediario y medio. Ha habido quienes anunciaron renovaciones y refundaciones urgentes que, a la primera de cambio, se archivaron con tanta diligencia como pomposamente de las musas a los medios. Con lo que aquello que se pretendía renovar seguía acumulando moho y en sus chimeneas se multiplicaba la tutía.

Salvador Illa, una personalidad austera y poco amigo de apariencias, no debería caer en ese estilo. Para cuándo, pues, el gobierno en la sombra es cosa que le compite a él.

Salvador Illa debería tener en cuenta la idea—fuerza de don Venancio Sacristán,  «lo primero es antes». Es decir, anunciar la medida y, metafóricamente, aclarar que no dará respiro al caos. 

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