viernes, 18 de diciembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (28)


 

 

Ayer fue un día importante en España. El Parlamento por una amplísima mayoría votó la ley de la eutanasia. Primera observación: nuestro país se pone a la cabeza de los derechos civiles más avanzados. Segunda: es una realización muy relevante del gobierno de coalición, progresista, que preside Pedro Sánchez; lo que se recalca como elemento principalísismo de hasta dónde puede llegar la acción de gobierno, siempre que se entiendan razonablemente el PSOE y Unidas Podemos. Tercera: es significativo que Ciudadanos respalde esta ley y, de ese modo, haya tomado muchas distancias del Partido Popular. Cuarta: la Iglesia, que está en desacuerdo con la ley, no parece tener una actitud tan levantisca como en otras ocasiones como, por ejemplo, el aborto.  

Por último, la ley viene a dejar con el culo al aire a quienes –pongamos que hablo de los de Waterloo--  siguen sosteniendo que España es un Estado fallido y bananero. Puigdemont, hablando en los campos de soledad del Parlamento europeo, frente a nadie que quisiera escucharle, echó pestes contra la democracia española. Lo suyo es seguir dando munición a lo que queda del procesismo, a sus menguantes residuos tóxicos. Por ejemplo, a los quídams que, desde hace 14 meses, cortan diariamente la Avenida Meridiana de Barcelona. Laborables y festivos, haga frío y calor.

No pasan de veinte personas. Siguiendo el golpe de campanilla del oficiante montan el follín en onírica exigencia de la república catalana. Veinte personas, veinte cabezas llenas de serrín. El gasto económico que hasta la presente ha provocado dicha astracanada es de 340.000 euros por el dispositivo policial.

De momento, ningún partido independentista –ni menos todavía el governet de la Generalitat— les ha exigido que depongan la cabezonería. No lo hacen  por dos razones: para no aparecer transigentes y porque, en realidad, nadie de esos veinte les haría caso. Son el resultado de las depuraciones sucesivas de las cáfilas independentistas, que se han ido purificando a golpe de escisión hasta que se ha conseguido una definitiva limpieza de sangre independentista. Trumpismo de alpargata.

Ni mañana ni pasado vendrá la ambulancia a recogerme.

 

Post scriptum.--- Don Venancio Sacristán entiende que «Lo primero es antes».

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