jueves, 12 de diciembre de 2019

... Y Errejón conoció a Laura





1.--- A mis casi ochenta años creía que lo había visto todo. Falso. Por ejemplo, me faltaba ver que Íñigo Errejón ha conocido a Laura. Laura es la portavoz de los post post post convergentes en el Congreso de los Diputados. Laura. Laura Borràs, exponente de la  Generación Calisay, una generación que ha venido a substituir a los grupos de broncos consumidores, según los casos, de cazalla o pacharán, de chinchón u orujo a granel. Es la generación de lechuguinos en la que figuran Martínez, alcalde de Madrid, Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid, Pablo Casado, primer figurante del Partido Apostólico y otros  pisaverdes diplomados. Iñigo Errejón –las cosas meridianamente claras— todavía no está en ese territorio pijo. Pero puede traspasar la raya tras el reciente chicoleo con Laura. Tenga paciencia el lector o lectora: más adelante aclararemos el suspense. De momento ya hemos indiciado un spoiler, aunque si existe la palabra «destripe», ¿por qué tenemos que dar cuatro cuartos al pregonero anglosajón?

2.--- Al grano. Errejón obtuvo unos resultados electorales ruinosos. Por su mala cabeza no pudo formar grupo parlamentario. Decimos por su «mala cabeza» porque nunca nos dijo por qué había roto Podemos; ni, menos todavía, explicó que la ciudadanía fuera con él tan huraña, electoralmente hablando. Así pues, Íñigo es enviado fulminantemente al Grupo Mixto, ese comistrajo donde cohabitan los suevos, los vándalos y los alanos.  

Al Grupo Mixto han ido a parar los post post post convergentes, las virutas del árbol pujolista, que ahora dirige Laura, Laura Borrás: la enviada de Torra, presidente de la Generalitat, aunque haríamos bien en seguir el consejo de Jordi García—Soler y llamarla Particularitat.

Pues bien, sumando irrelevancias, la poquedad de Errejón se junta con las virutas del independentismo milenarista y, de esta forma tan estrambótica, intentan crear el Grupo Parlamentario Múltiple.  La derecha catalana y la izquierda naïf. Extraños chicoleos. Mientras tanto, algunos melancólicos de Errejón, tocan la vihuela y cantan: «En tan grande polvareda /  perdimos a don Beltrán».

Todavía me falta ver más cosas extrañas.



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