Salgo
de casa camino de la vacunación acompañado de Helios,
que tiene interés en saber cómo me porto en esta situación, en realidad lo que
busca es cómo me las apaño en casa, vale decir, si la nevera está abarrotada,
si me mudo de ropa, si me afeito y esos pormenores tan apreciados por la gente
ordenada. Salimos de casa –digo--
intentando saber qué relación hay entre las bombásticas informaciones
que nos dan las diversas cadenas televisivas y la calle.
Es
día de mercadillo en Pineda de Marx y, como
queda dicho, se vacuna a los grupos etarios de entre 65 y 79 años. Pura
coincidencia. Pero lo uno y lo otro se desarrolla como precisamente inquieta a
los salteadores mediáticos, tanto si son titulados como no. A esta corporación
le fastidia la normalidad de la convivencia. El mercadillo, atestado de gentes,
la mayoría de ellas con sus mascarillas y con el debido respeto a las
distancias; los dueños de las paradas, tres cuartos de lo mismo. Pineda de Marx
no da que hablar. Orden cívico y democrático.
Nos
vacunan en un conocido hotel de la ciudad. Ningún problema en la cola. Una
perfecta organización del trabajo: en un cuarto de hora he resuelto el problema.
El personal sanitario es una auténtica joya de la Corona. Volvemos a casa y
Helios insiste en curiosear, incluso sube al dormitorio para saber si he hecho
la cama.
Funcionamiento
preciso de la vacunación en Pineda de Marx, normalidad en el mercadillo. ¿Por
qué iba a no darle importancia a estas situaciones que serán desdeñadas por los
contrabandistas de la información?
Me
llama el gran Eduardo Saborido a quien noto muy
nervioso: «Quiyo, ¿cómo estás?, que me ha dicho P* que en la tertulia familiar de
sus amigos han dicho que te has muerto». Le respondo: «Pues ya lo ves, Edu. Son
exageraciones. Pero como son tertulianos tienen bula». De manera que es preciso
estar alerta ante las exageraciones, especialmente de las de los amigos,
conocidos y saludados.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes», afirma don Venancio
Sacristán.
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