sábado, 17 de abril de 2021

Gabilondo y los chinos (de Ayuso)


 

Hace tiempo que se ha dado por sentado que el profesor Gabilondo es un soso. Hasta sus parciales no le niegan esa característica. Así pues, de momento (sólo de momento) vamos a convenir que nuestro hombre, candidato a la presidencia de la comunidad autónoma de Madrid, es un soseras. Lo chocante del asunto es que dicha característica (la sosería) es vista como un demérito, casi como un impedimento para intervenir en la política y, peor aún, competir electoralmente. Naturalmente esta es una opinión interesada y machaconamente repetida.

Es visible, además, que la densidad de presunta insulsez del candidato madrileño no ha variado desde las anteriores elecciones madrileñas. En aquellos entonces la fama de soso del profesor Gabilondo cotizaba tres cuartos de lo mismo que ahora lo hace. Y, sin embargo, el filósofo soso fue el candidato más votado. La suma de los diputados del triángulo escaleno (Ciudadanos, la derecha ultra y la ultraderecha) formó gobierno, no obstante. Pero, las cosas claras y el chocolate espeso: el soso ganó, aunque no se vio suficientemente acompañado por los resalados candidatos del resto de la izquierda.

Elecciones en Madrid a primeros de Mayo, mes –decían las beatas de antaño— de las flores; de las flores a María que madre nuestra es. Elecciones en la comunidad autónoma, Madrid, que recibe el 72 por ciento (setenta y dos) del total de la inversión china en España. De donde me permito una aparente maledicencia: el gobierno—partido—empresa de la «China ná» pondrá sus complacencias  en la candidata Ayuso, que no es un dechado de salero, pero le sobran arrobas de fiscalidad gratificante para el parné. O sea, que los choznos de Mao harán todo lo posible para que Ayuso se encuentre tan agustico. Al viejo Mao ni siquiera ordenaría a los guardias rojos que «bombardeen el comité central».

Naturalmente esto es una suposición, una maledicencia aparente.

 

Post scriptum.---    «Lo primero es antes», no figura en el Libro de tapas rojas de aquel Mao Ze Dong, o como se escriba. La frase es de don Venancio Sacristán.

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