sábado, 10 de abril de 2021

El capitalismo cambia su cabeza, el tronco y las extremidades


 

Joaquín Estefanía es más moderado: el capitalismo cambia de piel. Tiene interés su artículo en El País de hoy y, a la vez, la sugerencia de lectura de toda una serie de libros que pueden dar luz sobre el particular. En el importante elenco de sus recomendaciones se encuentran dos que nos son de autores familiares: ´Reescribir las reglas de la economía europea´ (Joseph Stiglitz) y ´La pandemia del capitalismo´ (Joan Coscubiela). Hago míos esos consejos. Estas recomendaciones las dirijo a los sindicalistas con mando en plaza, a los que aspiran a tenerlo y a quienes prefieren seguir en el honroso papel de peatones de la acción colectiva.

Tiempos ásperos para el sindicalismo confederal. La primera razón de ello es la siguiente: el cambio de piel del capitalismo no está comportando una mutación de la piel sindical. La cabeza, el tronco y las extremidades del capitalismo no se ven vigiladas, ni controladas por el sindicalismo que –dispensen mi impresión personal--  sigue luciendo unos galones de antiguo brigadier no convenientemente eficaces.

La derrota del intento de organizar el sindicalismo en Amazon donde los asalariados han rechazado mayoritariamente dicha opción, produciéndose, además, una abstención del 45 %, debería figurar en el orden del día de todos los encuentros sindicales del mundo. O se discurre sobre ello o podría darse el caso de que se repitieran situaciones como esta. Mirar para otro lado o dar explicaciones solamente en clave de las coacciones de la empresa no nos aclararía el porqué de esa derrota. En resumidas cuentas, nuestra responsabilidad –la propia, la que se desprende de nuestra capacidad o incapacidad--  es lo que cuenta.

 

¿Nuestra capacidad está a la altura de esos cambios tan mastodónticos? Los innegables esfuerzos que se hacen en ese orden de cosas  no logran acercarse al enjambre de terremotos que se han producido antes y durante la pandemia. Una prueba de ello, de esos análisis limitados, lo hemos visto estos días: la prestigiosa revista italiana Il Manifesto ha publicado una conversación entre la legendaria Luciana Castellina y Maurizio Landini (1). La Castellina, noventa y dos años, vale decir, la lucha del siglo XX por la democracia y el socialismo y Landini, secretario general de la CGIL, el primer sindicato italiano.

Se trata de una conversación, sin embargo, que repite machaconamente lo que hace cuarenta años exigía Pietro Ingrao; se reincide en los planteamientos, cada uno por su lado, de Enrico Berlinguer y Bruno Trentín. Castellina y Landini han sacado de los armarios aquellas enseñanzas, que fueron ninguneadas en su tiempo por los allegados de quienes las plantearon. Con lo que se han perdido varias décadas de oportunidad.

Landini y Castellina ni siquiera han renovado aquellos planteamientos, ni siquiera una mano de pintura. Y, comoquiera que el capitalismo está cambiando constantemente de piel, lo que se dijo otrora y lo que miméticamente se repite ahora no guarda una útil relación. Tan sólo una novedad: el «sindicato di strada». O sea, el sindicato son centenares de miles de personas dando voces por la calle, al margen del centro de trabajo. Dispensen la descortesía: el sindacato di strada puede correr el peligro de ser asaltado por el populismo sindical.

 

1)           (1) https://ilmanifesto.it/il-tempo-nuovo-del-sindacato-dialogo-tra-luciana-castellina-e-maurizio-landini/?fbclid=IwAR27t4JSS9KHBmFRA-CwlNQxUAxQ1eqMFYsSC6Xd8CF8HUPjr1BL01dGNRo

 

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