Ayer
fue un día importante en España. El Parlamento por una amplísima mayoría votó
la ley de la eutanasia. Primera observación: nuestro país se pone a la cabeza
de los derechos civiles más avanzados. Segunda: es una realización muy
relevante del gobierno de coalición, progresista, que preside Pedro Sánchez; lo que se recalca como elemento
principalísismo de hasta dónde puede llegar la acción de gobierno, siempre que
se entiendan razonablemente el PSOE y Unidas Podemos. Tercera: es significativo que
Ciudadanos respalde esta ley y, de ese modo, haya tomado muchas distancias del Partido Popular. Cuarta: la
Iglesia, que está en desacuerdo con la ley, no parece tener una actitud tan levantisca
como en otras ocasiones como, por ejemplo, el aborto.
Por
último, la ley viene a dejar con el culo al aire a quienes –pongamos que hablo
de los de Waterloo-- siguen sosteniendo que España es un Estado
fallido y bananero. Puigdemont,
hablando en los campos de soledad del Parlamento europeo, frente a nadie que
quisiera escucharle, echó pestes contra la democracia española. Lo suyo es
seguir dando munición a lo que queda del procesismo,
a sus menguantes residuos tóxicos. Por ejemplo, a los quídams que, desde hace
14 meses, cortan diariamente la Avenida Meridiana de Barcelona. Laborables y
festivos, haga frío y calor.
No
pasan de veinte personas. Siguiendo el golpe de campanilla del oficiante montan
el follín en onírica exigencia de la república catalana. Veinte personas,
veinte cabezas llenas de serrín. El gasto económico que hasta la presente ha
provocado dicha astracanada es de 340.000 euros por el dispositivo policial.
De
momento, ningún partido independentista –ni menos todavía el governet de la Generalitat— les ha
exigido que depongan la cabezonería. No lo hacen por dos razones: para no aparecer transigentes
y porque, en realidad, nadie de esos veinte les haría caso. Son el resultado de
las depuraciones sucesivas de las cáfilas independentistas, que se han ido
purificando a golpe de escisión hasta que se ha conseguido una definitiva
limpieza de sangre independentista. Trumpismo de alpargata.
Ni
mañana ni pasado vendrá la ambulancia a recogerme.
Post
scriptum.--- Don Venancio Sacristán entiende que
«Lo primero es antes».
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