sábado, 12 de diciembre de 2020

La fuerza de la Unión Europea


 

 

Las autoridades máximas de la Unión Europea –dos mujeres alemanas, Merkel y von der Leyen--  han derrotado a los gobiernos húngaro y polaco. «Derrota» es una palabra inadecuada para la democracia, pero este es un blog de tendencia y sus ejercicios de redacción sólo comprometen a su propietario, un servidor. Ha sido una derrota en toda la regla –hará bien, repito, la democracia en no mentarlo— que sitúa a la Unión europea en uno de sus mejores momentos, tal vez el mejor, de su historia.

Los gobiernos húngaro y polaco han subestimado la capacidad de decisión de las autoridades de la Unión y de los gobiernos que la conforman. Era una pose que se creía apadrinada por el espíritu de indecisión hamletiano de las autoridades europeas y pendiente de solución del conflicto que Trump ha sumido a su país. Trump, «ese hombre», permanentemente interesado en que los europeos nos tiremos los platos los unos a los otros. Por otra parte, se debe anotar que los sindicatos húngaros han presionado lo suyo a su gobierno para que diera el brazo a torcer. Lo decimos por la sencilla razón que nadie lo ha explicado aquí en España.

¡Ah, el orgullo húngaro! Mucha leyenda magiar, pero no han caído en la cuenta que el Balatón es, desde hace años, el mar de los alemanes. Orgullo de plexiglás. 

Húngaros y polacos –nos referimos a sus gobiernos--  tal vez hartos de ser considerados como los fámulos de otros países, han creído oportuno hacerse notar. Hacerse notar es un sucedáneo de la potencia de doña Correlación de Fuerzas. Quien no tiene café—café exhibe achicoria. Pero esta planta herbácea se crece cuando está vinculada a la capacidad de veto. De ahí que hará bien la Unión en reconsiderar el veto como instrumento de decisión. No se aturrullen, pero no lo dejen de lado.

Con todo, la Unión no puede dejar pasar los quebraderos de cabeza de los gobiernos húngaros y polaco. La diplomacia puede –y debe— decir pelillos a la mar. Pero este blog no tiene obediencia a los códigos diplomáticos, aunque tampoco plantea insumisión a ellos. Simplemente, nosotros vamos por nuestra vereda. De manera que, guardado en el baúl de los recuerdos, la Unión debe anotar la gestualidad insolente de magiares y polacos. De sus gobiernos, quiero decir.

Doña Angela  Merkel se va. La criticamos en su día y le aplaudimos más tarde. Doña Úrsula se queda. Ahora tiene que lidiar con ese Rubio de Londres, que se ha quedado viudo de Trump. Pero que seguirá haciéndose notar. Esta es una actitud que parece muy extendida también en España: Isabel Díaz Ayuso la  practica de manera recurrente frente a Casado; pero también en la amura de babor hay quien se hace notar, aunque santaferinamente hablando tal vez sería más aticista decir que están dando por culillo.

 

Post scriptum.--- Don Venancio Sacristán suele aconsejar que «Lo primero es antes».

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