La del alba sería cuando mi persona salió de su
casa, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya camino de can Ruti, que el gozo le
reventaba por los poros inferiores. Dispensen esta adulteración, hecha adrede,
del íncipit de uno de los capítulos de la obra más importante de la literatura
castellana. Quería simplemente decir que, despuntando el día, salí de casa
alegre y subí a la ambulancia, camino del hospital. Son las ventajas de un
welfare en condiciones como el que tenemos en nuestro país.
Y, ya en la autopista, me digo: ¿es posible que España se
haya roto, como dice una diputada del Partido Popular, puede ser que «España se está
rompiendo» como afirma el segundo Jarrón Chino y, sin embargo, funcionen estos
sofisticados servicios del welfare? Entendemos
por «Jarrón chino» aquel alto mandatario de la Moncloa que, a la vejez,
disfruta molestando al respetable público; a los no altos mandatarios de las
mismas o parecidas características les denominaremos «paragüeros». ¿Es posible
–me digo-- que «España sea un estado
fallido» como afirman ciertos gurripatos y, en cambio, veo a diario en la sala
de Oncología radioterápica que los pacientes, ordenados, esperan ser atendidos
de sus dolencias y tratados con unos aparatos de novísima tecnología? Ni España
se ha roto, ni tampoco se está rompiendo. Pero –Trump lo ha ensayado durante estos últimos años— la propaganda contra el
adversario no puede ser camelos en tono menor. Hay que dar el do de pecho de la
mentira más caballuna, irracional y grotesca como arma de combate, sabiendo que
siempre los parciales de quien la emite la defenderán a capa y espada. No es
nuevo en la historia, pero el trumpismo le ha dado nuevas características.
Premià de Gutiérrez Díaz a la vista. Por
cierto un médico magnífico, especializado en neonatos. Leo en los papeles –mis mayores llamaban
´papeles´ a los periódicos— que el
«governet» de la Generalitat quiere hacer una nueva ley de Cámaras. Aquí no
parece que haya discordia entre ERC y los post post post convergentes. La
ley pretende dotar a las Cámaras de las mismas atribuciones que tienen las
organizaciones patronales, esto es, la negociación de los convenios colectivos
y otros mecanismos de concertación social. Lo que ha llevado a que las
organizaciones sindicales y patronales pongan el grito en las covachuelas de la
Generalitat. Por lo demás, han puesto en marcha el mecanismo para que la ley
pase en el Parlamente mediante el artificio de «lectura única». Esto es
saltándose los plazos para enmiendas y las discusiones que requiere todo
trámite parlamentario. Tres cuartos de lo mismo sucedió en el debate
parlamentario que trataba las llamadas leyes de desconexión de España en
trámite de urgencia. Fue durante aquellos tristemente célebres días 6 y 7 de
septiembre de 2017. Recuerden las dos magistrales intervenciones de Joan Coscubiela. Lo dejó reseñado
en su libro Empantanados.
Lo que me lleva a estas consideraciones: «¿se ha entrado en
Cataluña en ese régimen de democradura? «El término francés démocradure, forjado hace poco tiempo, en
2019 hizo su entrada en Le Petit Robert, el diccionario de
lengua francesa que funciona como referencia. Fusionando las palabras “démocratie”
y “dictature”, califica un tipo de régimen esencialmente iliberal que
conserva en lo formal los ropajes de una democracia: “Régimen político que combina las apariencias
democráticas con un ejercicio autoritario del poder”, dice su definición».
Quien así habla es Pierre
Rosanvallon en El siglo del populismo, su reciente
libro.
Repito: ¿se ha entrado en Cataluña en el
régimen de «democradura». Tengo más días para pensarlo.
Post scriptum.--- Mañana, si me acuerdo,
hablaré de la paradoja de Bossuet. En todo caso, recuerden: «Lo primero es
antes», enseñaba don Venancio
Sacristán.
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