miércoles, 25 de noviembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (12)


 

Hoy está el mundo mejor que ayer. Tenemos un problema menos, su solución no estaba garantizada. Lo han adivinado: Donald Trump, el Hombre—bronca, ha dado permiso para que sus colaboradores faciliten el cambio de Administración. Genio y figura: no reconoce su derrota y no felicita al vencedor. La solución que ha encontrado para no tirar formalmente la toalla y desdecirse de los disparates que ha dicho ha sido decir ´oiga, que nos vamos´, como si la iniciativa la hubiera tomado él mismo. Tanto da. El más avisado de sus consejeros sabe que, primero, ha perdido las elecciones; segundo, la comunidad internacional ha reconocido a Biden Harris como ganadores de los comicios; tercero, los jueces de cada estado no han admitido a trámite las denuncias por fraude que cocinó el ladino Giuliani; y, cuarto, Wall Street se dispara hacia arriba. Así, pues, el mundo está más seguro hoy que ayer. Un conflicto menos. Lo decimos con cautela, porque nunca se sabe de lo que es capaz ese Trump.

En todo caso, de los Estados Unidos de América nos llegan mensajes a punta pala. En primer lugar, que cuando irrumpen millones de ciudadanos en la política puede haber solución al problema que ha provocado esa reacción contraria. Retengo, por lo tanto, que cuando esa experiencia se produce en un país tan relevante como los Estados Unidos, se facilita su contagio positivo a las sociedades que lo reciben. No quiero esconder, de todas formas, que eso vale también para la expansión del trumpismo en todo el mundo --ese populismo de derechas, groseramente despótico-- que ha sido avalado allí por millones de votos, aunque no haya salido vencedor. Hemos recibido de allí simultáneamente el ámbar y el azufre.

Es la primera vez que EE.UU. ´exporta´ ese material populista. Y, más todavía, no cabe duda que el mandato de Trump ha dado alas a gentes de su parentela como Bolsonaro y los mandatarios de Hungría y Polonia. También, en cierto sentido, los usos y costumbres del Hombre—bronca han influenciado, al menos parcialmente, el comportamiento de las derechas políticas y mediáticas españolas.

Xavier Vidal—Folch escribe en El País que entramos en una «era post populista». Ojalá. Entiendo que todavía es apresurado afirmar una cosa así, porque las brasas de ese conglomerado siguen calentando pasiones.

Por lo demás, a la nueva Administración le esperan grandes desafíos: son los problemas anteriores a Trump y los que surgieron con él. Me imagino que Biden procurará que Harris no sea el florero que tradicionalmente son los vicepresidentes norteamericanos. Dick Cheney –dispensen que lo haya traído a colación— no fue un paragüero. Otra cosa será que el Partido demócrata esté interesado en que Harris sea la candidata a la próxima presidencia; en ese partido hay muchos paquirrines y no pocos pantojos. Es probable que la hijísima de Trump aspire a serlo por el Partido republicano en las próximas elecciones.

Va clareando el día. «Amanece, que no es poco». También aquí, en casa, estamos mejor hoy. De momento las placas tectónicas desobedecen a José María Aznar y se niegan a romper España. La geología lo constata así. Esa ciencia retiene que ahora le sobran votos al Gobierno para que se aprueben los presupuestos generales. En resumidas cuentas: el mundo está mejor y también nuestro campanario español.

Diré algo que no es apto para taquicárdicos. Si padecen de eso, sáltense estas líneas. No entiendo que Podemos esté interesado en que Ciudadanos no vote los Presupuestos Generales del Estado. No comprendo esa actitud porque ello comportaría querer que Ciudadanos siga en el triángulo escaleno de la plaza de Colón. Pablo Iglesias el Joven debería propiciar justamente lo contrario, a saber, la desvinculación de Arrimadas de sus querencias derechistas. Es más, por ese flanco ¿qué puede temer Podemos? Por favor, Iglesias, lea usted a Palmiro Togliatti.

Mientras medito sobre estas cuestiones recibo, todavía a lomos de mi ambulancia, una llamada telefónica: ´No venga usted hoy al hospital, la máquina no está en condiciones. Hasta mañana.´ Volvemos grupas, hoy tengo recreo.

 

Post scriptum.--- Don Venancio Sacristán  repetía a sus amigos, siempre que viniera a cuento, que «Lo primero es antes». Todo un tratado político de primera magnitud.

No hay comentarios: