Escribe Javier Tébar Hurtado
En las Cartas tártaras de final de la primavera
pasada, confinadas en el verano más que nada por llevar la contraria a la
lógica de la “desescalada”, alguno de los miembros de aquella peculiar sociedad
de correspondencia se preguntaba sobre la posibilidad de futuras protestas ante
los malestares que parecían acumularse dada la dimensión de las crisis
combinadas que se iban dibujando (El Bizco Pardal, “Los humores
de la post pandemia” https://desiertodelostartaros.com/2020/05/09/los-humores-de-la-post-pandemia/).
Se advertía entonces que debía esperarse más allá del invierno para conocer y
saber qué contornos podrían tener posibles acciones de protesta de la
ciudadanía de este país.
Las protestas sucedidas estos días no son inusitadas.
Algunos insisten en decir que los disturbios en torno a las protestas en
diferentes ciudades y barrios de la geografía española deben interpretarse en
clave de acto organizado por la ultraderecha. Es una visión simplificadora que,
por otro lado, sube el estado de ánimo de los dirigentes de esa misma extrema
derecha que, siguiendo a su manera el principio ontológico de san Anselmo de
Canterbury, se definen como aquello que nada más grande que
ellos puede ser pensado. Sin embargo, no entiendo que el voxismo disponga hoy
de los recursos organizativos ni de esa capacidad de alentar los disturbios
callejeros así en el popular barrio burgalés de El Gamonal como en la Madrid
capital, en la todavía cosmopolita Barcelona y en el actual prodigio moderno de
Bilbao, por mencionar sólo algunas de las ciudades donde se han producido
enfrentamientos en la calle entre manifestantes y la policía. No hay juicio
moral, digo que ahora no lo tienen, no digo que no lo pudieran llegar a tener
en algún momento. El aprovechamiento de los malestares podría ser un nutriente
del “trumpismo” del show celtibérico (recordando a Luis Carandell).
El fenómeno del que hablo tiene su componente
ideológico, por supuesto. Pero a estas alturas ¿quién lo sabe? Con reiteración
y casi pereza mental en buena parte de los medios de comunicación se habla de
los “antisistema”, etiqueta que difícilmente podía tener alguna utilidad
analítica antes y menos la tiene ahora, más allá de constituir lo años atrás se
denominaba “un significante vacío” (perdón…).
Ultraderechistas, antisistema, alborotadores o
“simples” negacionistas. Una primera observación de lo sucedido durante el fin
de semana del “Día de Todos los Santos” --que requeriría de más datos para
enmarcar las revueltas que se han producido-
- aconseja pensar que responde a un malestar difuso.
En realidad, el fenómeno que se ha producido adquiere un carácter multifocal.
Los motivos son múltiples y los actores son variados.
La protesta frente al Ayuntamiento de Barcelona contra
los desahucios podría considerarse una manifestación de lo que digo. Aunque
cabe decir que esa protesta también puede hacer pensar que sus contornos
responden a una yuxtaposición de motivaciones, de proyectos y de actores
diferenciados en su interior.
Cabe manejar más de una clave para plantear una
hipótesis sobre el sentido y sensibilidad de
un fenómeno que se antoja que podría no ser pasajero. Por el contrario, esta
cuestión ha venido a sumarse al conjunto de crisis que padece el país y si se
me apura el resto de países de la Unión Europea donde hoy la expansión de la
pandemia está mostrando un vigor extraordinario.
Sin embargo, cabría considerar que en este contexto de
calamidades superpuestas la extensión del virus no se explica fuera de su
fuerte conexión con la también pandemia social de la pobreza en la que ha
insistido el doctor en políticas públicas Joan Benach.
Así las cosas, entender el fenómeno del que hablamos
requiere la paciencia de quien pela las capas de la cebolla. Observación y
precisión. El bote pronto futbolístico en este caso conduce tanto a simplificar
como a anatemizar. Ambas opciones conducen al error en el análisis.
El periodista Enric Juliana ha dejado
publicado una interesante reflexión, sostiene que los grupos que han protestado
estos días están “frente a” y, sin duda, acierta en señalarlo. Pero me permito
añadir que si no lo están pueden estar dirigiéndose ya estar “fuera de…”.
Alarma en el “Estado de alarma”. Esta posición me parece el mayor peligro
ahora, cuando se acerca el invierno en sus variadas formas.
Nota del Editor.--- «Lo primero es antes», afirmaba concienzudo,
don Venancio Sacristán.
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