martes, 3 de noviembre de 2020

La co—gobernanza o «casa con dos puertas, mala es de guardar»


 

Los partidos catalanes están ya preparando la intendencia de cara a las próximas elecciones autonómicas. Serán en el mes de febrero, que en la Vega de Granada llamábamos febrerillo loco. El día 14. Ya veremos.

Han aparecido diversas novedades. La más sonada es que los post post post convergentes se presentan en tres cachos. A saber, los del eje Waterloo--Moscú, el PDECat y el Partit Nacionalista Catalá, todo un triángulo escaleno. Son tres maneras de gestionar –matiz arriba, matriz abajo-- el post pujolismo: de manera rupturista, en modo de ´ni lo uno ni lo otro´ y formalmente continuista. Los socialistas han decidido, después de darle muchas vueltas al asunto, que incorporarán independientes en sus listas. He dicho independientes, no independentistas. Esta es una idea inteligente que los socialistas nunca frecuentaron, salvo en la heterodoxa etapa de Pasqual Maragall.  

Ahora bien, es posible que no haya elecciones. La pandemia ha vuelto a coger carrerilla de una manera más que preocupante. Por lo que no se me ocurrirá exigir que haya elecciones contra viento y marea. Nadie, por lo demás, es capaz de prever qué ocurrirá en la segunda semana de febrerillo loco. Pero sí estamos en condiciones ahora de cuchichear lo que viene a continuación.

La co-gobernanza de la pandemia no está dando resultado.  Ese melindre –que, según unos, se ideó con la mejor intención y en opinión de otros en justamente lo contrario--  se ha convertido en puro desorden y en la mutua neutralización. Y, en el peor de los casos, Pedro Sánchez pagará el pato. «Casa con dos puertas, mala es de guardar», escribió Calderón de la Barca. Téngase en cuenta que, en el corral español, no casan bien dos gallitos cuando son farrucos. La cogobernanza, se me antoja a mí, es ni contigo ni sin mí, tienen mis penas remedio  ¡Velay!

 

Post scriptum.--- Laclau planteó lo de los «significantes vacíos». Juan de Dios Calero habló de los «significados cretinos». Don Venancio Sacristán enseñaba algo más útil: «Lo primero es antes».   

   

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