No
sé a qué obedece la machacona insistencia de Ada Colau en que los socialistas formen parte, junto
a Esquerra Republicana de Catalunya y los Comunes, del equipo de gobierno de la
ciudad de Barcelona. Más todavía, tampoco entiendo el intencionado vacío de la
propuesta Colau en torno a quién sería el alcalde. Colau insiste en la sobada
fórmula tripartita, que –como se ha dicho--
no la quieren ver ni en pintura los socialistas.
¿Por
qué defiendo la opción de un equipo de gobierno Comunes y socialistas presidido
por Colau? En principio vale la pena recordar que es viable, ya que Colau
tendría los votos de Manuel Valls sin ninguna contrapartida. Valls lo ha dejado
suficientemente claro: es la opción del mal menor entre un independentista como
el segundo Maragall y Colau.
Maragall
no tiene un proyecto de ciudad para Barcelona. No ha aparecido, además, en su
atolondrada campaña. Don Ernesto tiene una idea instrumental de Barcelona: que
sea el banderín de enganche del independentismo en Cataluña y su fulcro en la
arena internacional. Con lo que los problemas de la ciudad –viejos y
nuevos-- serían de orden menor, no
relevantes para el ayuntamiento maragalliano. De donde se infiere que si Colau
aceptara la oferta del segundo Maragall, que no contaría con el apoyo de los
socialistas, el consistorio sería una
olla de grillos, un conjunto de retales sin relación entre sí, incapaces de
confeccionar un traje.
Con
todo, me malicio que este juego del escondite tiene alguna relación con las
elecciones autonómicas catalanas que, dada la velocidad del tiempo, están a la
vuelta de la esquina.
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