Albert Rivera no levanta cabeza desde hace
meses. No es que tenga mal fario, se trata de su empecinamiento en mantenerse
en una línea que está provocando hondo
malestar en su partido, Ciudadanos. El último problema lo ha tenido con las
hogueras de San Juan. Son los casos, ya suficientemente conocidos, de tres
importantes representantes públicos: Toni Roldán,
que abandona el partido y deja el acta de diputado; Javier
Nart, eurodiputado, que dimite de la dirección, y Juan Vázquez, portavoz en el parlamento asturiano,
que dice adiós a todos sus cargos y a la vida pública. Las tres hogueras de San
Juan. Hasta la presente Albert Rivera no ha dicho ni oxte ni moxte. Lo ha
puesto en las manos de Juana de Arco,
martillo de herejes que vino a la política a ponerse el mundo por montera y se
ha quedado en pura azafata de asuntos internos.
No
es un problema –insistimos-- de mal
fario. Es el resultado de una singular paradoja: aunque Ciudadanos consigue unos
resultados buenos en las pasadas elecciones generales, no se cumple el
desiderátum del grupo dirigente, a saber, pasar por delante (sorpasso) del
Partido Popular, en el que creían (e hicieron creer) a pies juntillas. Así
pues, Casado seguirá gobernando el latifundio
de la derecha, mientras Rivera continuará como mayoral. Más todavía, en los
lugares donde Ciudadanos toca pelo lo hace como consecuencia de un brusco golpe
de timón a través de lo que siempre negaron: los pactos con la ultraderecha
española. El pretendido regeneracionismo de los de Rivera es pura farfolla de
quita y pon.
Ciudadanos,
con tantas vueltas y revueltas, ha hecho
evidente su doble crisis: de proyecto y de dirección.
Crisis
de proyecto, que viene de los primeros momentos de su fundación: un partido que
se atribuye un barniz de socialdemócrata y cuatro duros de liberalismo. Es,
evidentemente, la chapuza de intentar aunar en una misma posada a
personalidades de una y otra corriente. Pasa el tiempo. Las esperanzas
fundacionales no se cumplen y se apuesta a la brava por substituir al Partido
Popular, herido de muerte según Rivera. La apuesta de Rivera es chocante: hay
que competir, primero con Rajoy, y, después
con Casado, con la misma política de éstos. La misma receta para hacer el
baldeo de cubierta a base de jabón lagarto.
Crisis
de dirección. Estudiando las biografías y los códigos de comportamiento del
grupo dirigente de Ciudadanos se observa que la mayoría tiene toda la pinta de
ser ayudantes de jefes de negociado, subalternos de categorías intermedias,
acostumbrados a la obediencia y al movimiento versátil de la espalda. Eso sí,
duchos en la maniobra artera que se practica en las covachuelas de la
administración.
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