Hace
tiempo que el independentismo onírico se las tiene juradas a Jordi Évole. El de Cornellá es persona ingratísima a
dicha cofradía. Ahora, durante estos días, lo están poniendo a chupa de dómine.
El motivo: su artículo, publicado en La Vanguardia, sosteniendo que Ada Colau, tras el apoyo sin condiciones
de Manuel Valls, haga coalición con Collboni (socialista) y pueda optar
nuevamente a la alcaldía de Barcelona. El artículo se titula Pressing Colau (1).
Ya
lo ven ustedes: el periodista ofrece sus argumentos, no hay una palabra más
alta que otra, es un razonamiento sosegado en favor de una opción partidaria.
Como corresponde en democracia. El independentismo onírico ha dictado sentencia
inapelable contra Jordi Évole. Mejor dicho, vuelve a la carga. No hay que dar
respiro, el no independentista debe saber que los oníricos lo tienen presente
en sus oraciones y melopeas. Pero no es sólo un aviso en singular; es una
advertencia sostenida en el espacio y tiempo contra los adversarios. Que, en
este caso concreto (el artículo de Évole sobre Colau), quiere decir: O el
segundo Maragall como alcalde o aquí se forma. La gran contradicción del
independentismo onírico es que ha creado tantos agraviados que su fuerza contra
ellos es pura filfa. Y más filfa sería
si Colau acepta el apoyo que le viene desde muchos horizontes.
A
ella, Colau, le recordamos el consejo de Epaminondas a Pelópidas: «No te
marches del ágora antes de haber sumado un nuevo amigo a los que ya tenías».
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