Vamos
a dejarnos de pollas en vinagre yendo al corazón del problema, intentando no
marear a la pobre perdiz. Pedro Sánchez y Torra han hablado por
teléfono. Hablando se puede propiciar que la gente se entienda, aunque en este
caso conviene ser prudente. Hablar o –si se quiere dialogar-- es, en principio, mejor que tirarse los
trastos a la cabeza, aunque desgraciadamente ambas cosas puedan simultanearse.
La
situación es, aproximadamente, la siguiente: Torra quiere hablar –o
dialogar-- para ver cómo Cataluña se sale de España; Sánchez quiere hablar
–o dialogar-- con la idea de que
Cataluña se quede en España. La cosa
se puede adornar con perifollos, pero a fin de cuentas esa es la cuestión. En
todo caso, esa disparidad de objetivos tiene difícil arreglo en la teoría de
conflictos. Ahora bien, algo se ha avanzado: los componentes de la timba del
póker optan por hablar, ya sea con la boca pequeña o grande. A su vez, Sánchez
pone encima de la mesa una serie de propuestas que Torra –o quien tenga
realmente el bastón de mando-- deberá
considerar. Enrocarse tiene sus límites y puede llevar a doña Correlación de Fuerzas a dar un giro a sus
movimientos.
Hablando
hay posibilidad de salida. Sin hablar hay certeza de irresolución del problema.
Ya saben ustedes la diferencia entre posibilidad y certeza. Haciendo política podría haber salida; tirando
exclusivamente de la Brigada
Aranzadi es de cajón que se seguirá en el empantanamiento. Torra, pues,
necesita que le hagan ver esa diferencia. Sánchez ha tomado buena nota de ello
y ya veremos cómo le va. En todo caso, el problema es: Sánchez tiene mando en
plazo, mientras que Torra no sabemos hasta dónde llega el calibre de su
delegación. En todo caso, a Torra le es exigible rebajar la tensión social –una
de las micro soluciones que propone Joan Coscubiela—
siguiendo los pasos del diputado Joan Tardà: "Cuesta entender que quienes abuchean a la
diputada Arrimadas o boicotean un acto en la universidad no se den cuenta del
daño que hacen al independentismo, apareciendo como gente semejante a los que
nos insultan y agreden por ser independentistas». Joan
Tardá --volcánico los lunes, lúcido los martes-- da una lección de política a Torra y al
hombre de Berlín, que no dice ni oxte ni moxte sobre el particular.
Con
todo hemos de señalar que dialogar para ver cómo se sale es simular que se
habla. Recuerda aquellos diálogos para besugos del humorista Armando Matías Guíu en la revista DDT: «Buenos días», decía uno; «Manzanas traigo», le
respondía el interlocutor.
¿Una
aproximación a la salida al conflicto? Cambiar la relación de fuerzas así en
Cataluña como en España. Que pasaría por el debilitamiento de las derechas en
Madrid y del independentismo en Cataluña. Ahora bien, siempre quedará en
barbecho un segmento independentista, cuyo músculo nunca duerme. Vale.
En
la foto el Colectivo Mechinales en su reunión del
pasado sábado en Parapanda.
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