martes, 12 de junio de 2018

Cataluña: «voluntad de destrucción y dogmatismo de hierro»


Nos lo dice Andreu Claret: «Cuando empezaba la llamada a ocupar trincheras, Torra despachó los titubeos políticos de Hurtado con un "no quiso involucrarse", una actitud que atribuye, lean bien, al hecho de que "la política catalana exigía y exige una voluntad de destrucción y un dogmatismo de hierro, sentimientos por los cuales (Hurtado) tenía una repugnancia profunda".» (1) La política catalana lo exigía y, según el presidente vicario, lo sigue exigiendo.

La abundante literatura –periodística y tuitera—de Torra tiene ese itinerario. Este fragmento es, también, la consagración de lo estrafalario, de lo que ha llevado a Cataluña en algunas ocasiones a sonoras derrotas. Voluntad de destrucción y dogmatismo de hierro. Es la rauxa elevada a la enésima potencia, que ponía de los nervios a Jaume Vicens Vives.

En todo caso, vale la pena hacer notar que el planteamiento de Torra es desgraciadamente coherente: la voluntad de destrucción aparece vinculada al dogmatismo. Que son las claves centrales del pensamiento del torrismo. No fue casual que el hombre de Berlín lo nombrase su Enviado en la Tierra. El torrismo como fase violenta del independentismo es la Vulgata de lo que ha dejado de ser política para convertirse en teología tenebrosa, sustentada por la fe del carbonero. Un extraño comistrajo que aúna las más perniciosas patologías políticas que en el mundo han sido.

Por lo demás, lo dramático de todo ello es que esta Vulgata es la que se está imponiendo ideológicamente en el independentismo catalán: un bodrio de tapas variadas de neoliberalismo, opusdeísmo, legitimismo y otros retales menores.  Camino de la decadencia, si no se remedia. 



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