viernes, 1 de junio de 2018

¿Con Pedro Sánchez, qué?




Pedro Sánchez deberá hacer encaje de bolillos. Y sobre todo tiene que hacer política; no hay política con mayúsculas ni con minúsculas, hay simplemente política. La manera tan particular que ha tenido de desalojar al hombre de Pontevedra y la incómoda relación de fuerzas parlamentarias obligan a tirar de los mejores textos políticos de la historia para efectivamente dirigir atinadamente la guía del país. Con sus prioridades, sabiendo que cien prioridades equivalen a ninguna, tal como enseñaba el sabio de Parapanda, Juan de Dios Calero. Cierto, ahí está la cuestión catalana, viendo pasar el tiempo como la Puerta de Alcalá. Manos a la obra, pues. Vuelta a la política de las fuerzas catalanas. Seguir jugando al escondite –poniéndose la Brigada Aranzadi por montera o mantener la cerrazón del hombre de Berlín--  seguirá siendo contraproducente.

Claro, Pedro Sánchez continuará siendo presionado, ahora más que nunca, por los caídos por Dios y por Rajoy; por esa orden monástica post moderna de Ciudadanos; y tal vez por los del colmillo retorcío del propio PSOE, un sector minoritario, pero capaz de establecer relaciones trasversales contra Ferraz. Y, todo hay que decirlo, por las mismas fuerzas políticas que han apoyado la moción de censura. Para unos y otros la política es también el artificio de la venganza, sírvase esta fría o como un tizón ardiente.

Tome nota el presidente Sánchez de algo tan necesario como lo de ampliar los aliados: en el Parlamento todo está el pescado vendido. En las calles y plazas están los grandes caladeros de simpatías y de hipotético apoyo. Parar, mandar y templar. En la calle se expresan los grandes problemas, viejos y nuevos, de la sociedad, en primer lugar la gran batalla de época de los pensionistas y jubilados. Decimos ´de época´ porque están vinculadas la dignidad y de las pensiones y su sostenibilidad. En la calle está al rojo vivo eso que llaman la «cuestión social». O lo que es lo mismo: la condición concreta de vida y trabajo de las personas de carne y hueso. Por ahí debería navegar el presidente Sánchez. Ahora bien, para que ello ocurra me parece que su partido debería estar en la calle, convirtiéndose en el gran sensor de los problemas. Es el cambio de metabolismo que le exigimos al PSOE y al conjunto de la izquierda de nuestro país.


La patria ombligo de Quim Torra


Escribe Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL


"Si somos catalanes es que no podemos ser otra cosa, si somos unos que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra. Ante la patria toca elegir: tierra, bandera, lengua, historia, formas de vida, humor” Estas rotundas y contundentes frases son parte de un artículo de Quim Torra  publicado en El Món el 8 de septiembre de 2015 con el título Tornar a l’origen: la pàtria dels catalans. 

Rápidamente, después de leer estas frases escritas y firmadas por el actual President de la Generalitat, una de las más inquietantes de su abundante producción, me ha venido  a la memoria un artículo , éste muy distinto, de Joan Subirats, publicado hace ya dos décadas, el 28 julio 1998 en la edición impresa de El País(  artículo que fotocopié y  guardé como una referencia para  recordar por su interesante contenido)   en el que , apuntaba  los riesgos que corren aquellas comunidades que subliman sus elementos diferenciales a costa de reinventarse tradiciones e historias, que si bien pueden dar seguridades a muchos de sus miembros, al final acaban por crear espejismos que no suelen conducir  a un buen final. 

Pero lo que más me interesó de aquel artículo fue la referencia a la conocida metáfora del “viejo aparador” de Ernest Gellner , que al filósofo y antropólogo social,  británico de origen checo, le sirvió para argumentar que las naciones y las patrias no son unidades míticas naturales dadas, sino que,  muy al contrario, son más bien la cristalización de nuevas unidades culturales posibilitadas por la actual sociedad industrial abierta, global y cambiante.   

La metáfora de Gellner compara esa vieja “patria ombligo”, de puros y buenos catalanes, a la que aspira  Quim Torra, con aquellos viejos muebles- aparador, de inmensas dimensiones, de una sola pieza, que no se abandonaban en toda la vida y que servían para todas circunstancias. Aquel armatoste que ocupaba todo el espacio disponible, como la patria de Quim Torra,   donde no caben más identidades y en la que sólo se puede ser catalán y nada más que catalán.

Pero en las sociedades globales actuales, como nos dice la metáfora, la mayoría de las personas somos más comparables a esos muebles modulares, más modernos, que nos vamos armando de diversas identidades e influencias. Más parecidos a esos muebles a los que se les pueden ir sumando piezas y renovando. Más parecidos a un mueble adaptable que a los viejos aparadores que ofrecían la solidez y seguridad de ese patriotismo tradicionalista y conservador que nos propone Quim Torra para Catalunya.

Pero por suerte, muchos catalanes, creo que la gran mayoría, no queremos conformarnos con una sóla identidad cuando podemos disfrutar de varias enriquecidas y complementarias,  porque estamos más cerca del “hombre molecular” que expresa la metáfora de Gellner. La mayoría de los catalanes y catalanas son más parecidos a mi amiga con “ocho apellidos catalanes”, que se siente catalana hasta la medula, mucho más barcelonesa, que en Madrid se siente como en su casa, que el Rioja es su vino  preferido, que cada miércoles va a la academia de baile de sevillanas y que le emocionará tanto si la Selección de Fútbol española gana el Mundial, como cuando el Barça ganó la Champions Ligue.

Porque, por suerte, la mayoría de los catalanes y catalanas estamos  muy lejos  de la “patria ombligo” a la que nos convoca el President de la Generalitat de Catalunya, que entiende que sólo cabe una única interpretación de la identidad, en este caso, la catalana, cuando nos dice : “si somos unos que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra” que es una síntesis fiel del pensamiento del nacionalismo conservador y tradicionalista,. Una corriente que hoy, por desgracia,  vemos como se  expresa en diferentes formas y colores en tantos lugares de Europa y América. 



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