El
lehendakari del gobierno vasco, Iñigo Urkullu, ha señalado en una
entrevista en Radio Euskadi, refiriéndose a la permanencia de Carles Puigdemont en Bélgica, que “no
se puede pensar” en dirigir un “país” desde “la acción telemática, vía
internet”. Lo que dice Urkullu es de cajón. En todo caso es una profunda y
radical desautorización del hombre de Bruselas. El cogotazo es, pues, de
bigote. Tres cuartos de lo mismo están diciendo –vía twitter y otros piquetes
postmodernos de militancia independentista--
no pocos de los que han compartido el itinerario confuso de Puigdemont
en los últimos tiempos.
Y
sin embargo el hombre de Bruselas no entiende estas obviedades. Ni tampoco sus
aguerridos parciales que proponen la investidura por «vía telemática». A decir
verdad, confunde el patio de vecindones de las llamadas redes sociales con el
Parlamento. No conviene apresurarse, pero tal vez la explicación del
comportamiento del ilustre fugado pueda estar en que tiene oxidados algunos
tornillos de su cabeza. En el caso de su lista parlamentaria, rebautizada con
el nombre de Junts per Catalunya,
la razón podría ser ésta: política de resistencia frente a Esquerra Republicana. Porque, en efecto,
tanto unos como otros, se juegan mucho en esta legislatura. A saber, en qué
manos estará la dirección institucional y política del procés: o más de lo mismo o
poner la independencia al baño María. O seguir con diez cañones por banda con o
sin viento en popa a toda vela o disfrazarse de chinchorro para no infundir
sospechas. De los primeros habrá que decir que ni se sienten concernidos por la
potencia del Estado ni les importa un comino los reiterados pronunciamientos de
la Unión Europea ni, menos todavía, la atenta vigilancia del Departamento de
Estado. De los segundos podría decirse que tienen como referente a aquel cuarto
Enrique francés al que se le atribuye su famoso «París bien vale una misa». Es
decir, la presidencia de la Generalitat bien merece dejar de ser hugonotes y
simular que somos católicos. Independencia al baño María. Con lo que Esquerra
se plantearía hacer política, dejando al hombre de Bruselas a la intemperie de
su ensoñación. Que Esquerra se decida a hacer política es una (deseable)
hipótesis, que Puigdemont mantenga su pirotecnia se aproxima a la certeza.
Esta noche tenemos nuevos fuegos de artificio:
desde la ciudad de las coles Puigdemont se dirige a Cataluña en su calidad de
presidente, TV3 mediante. En todo caso recuerde el caballero la canción de L´emigrant: «Dolça Catalunya, / pàtria del meu cor, / quan de
tu s’allunya / d’enyorança es mor». Letra de Mossèn Cinto; música de Amadeu Vives, sí, el de doña
Francisquita. O sea, Puigdemont puede morir
de añoranza. Cosa que no le deseamos; preferimos que tenga larga vida al frente
de la confitería familiar con el embrollo mental imprescindible para llevar un
negocio.
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