Mientras algunos pugnan
legítimamente por sacar mañana la mayor tajada electoral de la túnica sagrada; cuando
están enfrascados en la pugna entre la física y la metafísica, los sindicatos
estaban ayer en el fogón y las cazuelas de las cosas de comer. Es una diferencia de
estilo. La diferencia entre predicar y dar trigo.
Los sindicatos han conseguido,
tras una concienzuda negociación, un incremento del 20 por ciento del salario
mínimo de aquí a 2020: 850 euros. Para el próximo año, 2018, el aumento será
del 4 por ciento. El acuerdo está supeditado a que el PIB supere anualmente el
2,5 por ciento. Este acuerdo ha sido posible por la nueva situación de la
economía y, también, por la capacidad negociadora que han exhibido los
representantes sindicales frente a la resistencia de sectores intransigentes de
la patronal. No tengo empacho en decir que, dada la presencia de doña
Correlación de Fuerzas, el acuerdo me parece satisfactorio. Esta es mi austera
valoración, que introduce un matiz a lo dicho por alguien, que lo ha calificado
como «acuerdo histórico». No juguemos a palabras altisonantes que deben ser
usadas sólo en las grandes solemnidades. Acuerdo satisfactorio, que permite
mejorar la vida de, al menos, 534.000 trabajadores. Acuerdo satisfactorio,
también, porque indicia –si se sabe jugar bien la partida-- aumentos en los convenios colectivos.
Acuerdo satisfactorio porque
podría –he dicho podría, en
condicional-- iniciar un nuevo
itinerario de superación de la parábola descendente del sindicalismo y la
apertura de un nuevo ciclo –juéguese bien la partida, reitero-- de conquistas, especialmente en el terreno de
la cuestión salarial. Siempre y cuando el sindicalismo confederal, sin
complejos, lo valore adecuadamente y, como se dice en nuestra jerga, a la
ofensiva. Sin alharacas, pero sin remilgos.
Oído cocina: el hecho de que en
tal acuerdo figure la cautela de la superación del 2,5 por ciento del PIB
debería provocar un comportamiento sindical, orientado a establecer los
vínculos y compatibilidades entre el conjunto de la negociación colectiva y
el crecimiento de la economía. O lo que
es lo mismo: a considerar la cuestión salarial como variable dependiente de la
evolución de la economía.
Brindo, pues, con una copita de
vino de Albondón.
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