Ayer
mismo escribí lo siguiente: «Mañana, si estamos en forma y el tiempo lo
permite, hablaremos de los socialistas. De entrada, un anticipo: entre los
socialistas y los Comunes el retrato sinóptico del Parlament es que hay menos
izquierda». Cumplo la palabra dada.
Hace
años que los socialistas catalanes viven, tras un vendaval de abandonos de la
sangre azul de su partido, en un clima de pérdida gradual de apoyo electoral.
El signo de los tiempos, europeo y español, va en la misma dirección. En su
momento, Miquel Iceta tuvo los arrestos de tomar las riendas del
partido en una fase acelerada de desnutrición. Nadie quiso competir con él, ya
fuera por canguelo o vaya usted a saber. Iceta fue limando las aristas
nacionalistas del PSC que había exhibido la noblesse
d´Etat que buscaba otros caladeros. Pero mantuvo la genética catalanista,
insoportable para el socialismo meridional y carpetovetónico. Iceta, pues, acosado por sus íntimos adversarios por todas
las partes, menos por una: el residual zócalo de los militantes de toda la
vida. Ahora bien, los de Iceta han
conseguido de momento frenar la tendencia a la baja desde hace años y subir una
miajica. Este es un dato que deberían tener en cuenta sus íntimos adversarios
meridionales y carpetovetónicos. No parece que esto vaya a ser así. El locuaz
Ibarra ha lanzado el primer petardo: el PSOE debe abandonar al PSC.
Por
ello los resultados electorales de Iceta no pueden desligarse de la parábola
descendente del socialismo europeo y español, de un lado; y, de otro, del clima
inamistoso que determinados jerarcas del PSOE mantienen con relación al PSC.
Ahora bien, no desligar dichos elementos no les exculpa de reflexionar de su
precaria relación con el movimiento organizado de los trabajadores, de la
pérdida de simpatía y consenso con las barriadas. Por supuesto, Iceta podrá
decir, como manifestó san Isidro Labrador «aré lo que pude». Pero Isidro, se
dice, que contó con la ayuda de los ángeles para las tareas de labranza,
mientras estos seres celestiales tampoco parece que estén por la labor en el
caso del socialismo.
Cierto,
Iceta ha arado todo lo que ha podido. Y lo ha hecho con entusiasmo, contagiando
a sus parciales de ilusión. Sin embargo, ¿con qué bueyes, con que arado ha
trabajado la tierra? Con un partido meramente institucional. Sin los necesarios
vínculos con los movimientos sociales, incluido el sindicalismo. Esto es, con poca trabazón con la ciudadanía. Sin
escuchar el mensaje del inolvidable Carles Navales, que observó perplejo que muchos de sus
compañeros de trabajo votaron a Ciudadanos la primera vez que este partido se
presentó.
El
PSC, pues, necesita unos prismáticos para observar qué lontananza precisa. Y un
microscopio capaz de señalarle dónde y cómo
está la gente.
Acabo
igual que ayer: «entre los socialistas y los Comunes el retrato sinóptico del
Parlament es que hay menos izquierda». Y añado: tomen nota ambos de que el
tipo de confrontación, la forma de competencia entre los dos, no lleva al fortalecimiento de uno de ellos, sino a la
debilidad de uno y otro. ¿Tanto trabajo
cuesta verlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario