«Cuenta Claudio Eliano que un ateniense llamado Trasilo vivió una singular forma de locura. Un día
abandonó Atenas y se instaló en el Pireo. Estaba convencido de que todos los
barcos que entraban y salían del puerto eran suyos y se dedicaba a anotar sus
nombres y su carga. Cuando uno regresaba cargado de productos extranjeros,
Trasilo era el más feliz de los atenienses. Pasó muchos años viviendo de esta
manera, hasta que un hermano suyo llegó de Sicilia y viendo su estado, lo llevó
a un médico que lo liberó de su mal. Pero Trasilo a menudo se acordaba de cuando
había perdido la cordura y en estos momentos se lamentaba diciendo que nunca
había sido tan feliz como cuando vivía en el Pireo registrando el tráfico
marítimo». Debo ese sucedido a un post del filósofo de Ocata, don Gregorio Luri: La locura de
Trasilo.
El
problema es que la ciencia --a pesar de que ha adelantado una barbaridad, según
el famoso don Hilarión-- como no ha
registrado dicha dolencia, no dispone de la terapia para o bien mitigarla o
bien erradicarla. De manera que este post quiere llamar la atención del
histórico olvido de los galenos y de la enseñanza en las Facultades de
Medicina.
El lema de este blog es: "Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría" (Arquíloco).
domingo, 24 de julio de 2016
Solana, Almunia y los antiguos griegos
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