La renovación –o comoquiera que
se le llame— del sindicato parece estar en el orden del día. Nunca como en
estas horas había habido una preocupación tan serie por ello. Ni nunca se había
escrito tanto sobre el particular. Habrá, pues, que felicitarse. Por eso,
quiero aprovechar nuevamente la ocasión para decir cuatro cosas que, en mi
opinión, pueden tener un cierto interés. Lo haré en los trancos que vienen a
continuación.
Primer tranco
Se ha dicho que la renovación
–en realidad se ha hablado de repensamiento—
debe tener su baricentro en los aspectos organizativos. No digo que no, pero me
importa señalar dos matices. Uno, la formulación «repensar» tiene el
inconveniente de que las cosas se queden repensadas
y no llevadas a la práctica; si no se desea hablar de refundación, lo más
atinado –estimo modestamente-- es hablar
de renovación, un concepto que propone fisicidad o, si se prefiere, praxis,
esto es: lo repensado hay que llevarlo a la práctica. Dos, sabemos que la
cuestión organizativa no es una variable independiente del proyecto o programa.
Para decirlo con claridad: lo organizativo es la prótesis que estructura la
forma sindicato y su vinculación (interna y externa) con el conjunto
asalariado. O, dicho de manera más campechana, lo organizativo es el instrumento
que puede variar según los planteamientos prgramáticos. Por ejemplo, según qué
políticas reivindicativas las cuestiones organizativas son unas u otras.
A partir de ese razonamiento
estimo que el acento de la renovación debe ponerse en aquello que represente el
vínculo más visible entre el sindicato y los trabajadores, a saber: la
negociación colectiva con la puesta al día de sus contenidos.
Segundo tranco
Renovar el sindicalismo es
fundamental, y en ello convenimos todos. Sin embargo, entiendo que es una
condición necesaria, pero no suficiente para poner radicalmente al día el
universo de las relaciones laborales. Entendámonos:
si el sindicato se renueva, que ya de por sí sería un avance, pero no lo hace
el empresariado y sus organizaciones no habría renovación de las relaciones
laborales. Por ejemplo, cuando se presenta una plataforma de convenio colectivo
con unos contenidos novedosos –lo que representa un intento de concreta
renovación-- el empresario responde con
un sonoro vade retro, Satanás. En todo caso, en la medida que el sindicalismo
se renueve la patronal tendrá más difícil mantener su inmovilismo.
Finalmente, meterse de lleno en
la renovación del sindicato significa proceder constantemente a una
verificación de lo que se está haciendo. Por ejemplo, ante cada momento de la
negociación colectiva –especialmente los contenidos de las plataformas-- cabe preguntarse si ello se corresponde con la
tan repetida renovación. O, por el contrario, se mantiene la rutina, ese hacer
«hacer siempre lo mismo con los mismos resultados de siempre».
Tercer tranquillo
Por lo demás, tenemos unas
patronales excesivamente cazurras. Porque sacrifican la innovación de los
centros de trabajo al mantenimiento del poder en las estructuras de la CEOE. Y
porque entienden que la renovación de las relaciones laborales les
representaría un debilitamiento de su poder autoritario. Romper esas inercias
no será fácil. Con lo que cualquier renovación de las relaciones laborales no
será coser ni cantar, sino un proceso gradual: una acumulación de renovaciones
concretas.
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