martes, 17 de noviembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (6)

La del alba sería cuando  mi persona salió de su casa, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya camino de can Ruti, que el gozo le reventaba por los poros inferiores. Dispensen esta adulteración, hecha adrede, del íncipit de uno de los capítulos de la obra más importante de la literatura castellana. Quería simplemente decir que, despuntando el día, salí de casa alegre y subí a la ambulancia, camino del hospital. Son las ventajas de un welfare en condiciones como el que tenemos en nuestro país.

Y, ya en la autopista, me digo: ¿es posible que España se haya roto, como dice una diputada del Partido Popular, puede ser que «España se está rompiendo» como afirma el segundo Jarrón Chino y, sin embargo, funcionen estos sofisticados servicios del welfare?  Entendemos por «Jarrón chino» aquel alto mandatario de la Moncloa que, a la vejez, disfruta molestando al respetable público; a los no altos mandatarios de las mismas o parecidas características les denominaremos «paragüeros». ¿Es posible –me digo--  que «España sea un estado fallido» como afirman ciertos gurripatos y, en cambio, veo a diario en la sala de Oncología radioterápica que los pacientes, ordenados, esperan ser atendidos de sus dolencias y tratados con unos aparatos de novísima tecnología? Ni España se ha roto, ni tampoco se está rompiendo. Pero –Trump lo ha ensayado durante  estos últimos años— la propaganda contra el adversario no puede ser camelos en tono menor. Hay que dar el do de pecho de la mentira más caballuna, irracional y grotesca como arma de combate, sabiendo que siempre los parciales de quien la emite la defenderán a capa y espada. No es nuevo en la historia, pero el trumpismo le ha dado nuevas características.

Premià de Gutiérrez Díaz a la vista. Por cierto un médico magnífico, especializado en neonatos. Leo en los papeles –mis mayores llamaban ´papeles´ a los periódicos— que  el «governet» de la Generalitat quiere hacer una nueva ley de Cámaras. Aquí no parece que haya discordia entre ERC y los post post post convergentes. La ley pretende dotar a las Cámaras de las mismas atribuciones que tienen las organizaciones patronales, esto es, la negociación de los convenios colectivos y otros mecanismos de concertación social. Lo que ha llevado a que las organizaciones sindicales y patronales pongan el grito en las covachuelas de la Generalitat. Por lo demás, han puesto en marcha el mecanismo para que la ley pase en el Parlamente mediante el artificio de «lectura única». Esto es saltándose los plazos para enmiendas y las discusiones que requiere todo trámite parlamentario. Tres cuartos de lo mismo sucedió en el debate parlamentario que trataba las llamadas leyes de desconexión de España en trámite de urgencia. Fue durante aquellos tristemente célebres días 6 y 7 de septiembre de 2017. Recuerden las dos magistrales intervenciones de Joan Coscubiela. Lo dejó reseñado en su libro Empantanados.

Lo que me lleva a estas consideraciones: «¿se ha entrado en Cataluña en ese régimen de democradura? «El término francés démocradure, forjado hace poco tiempo, en 2019 hizo su entrada en Le Petit Robert, el diccionario de lengua francesa que funciona como referencia. Fusionando las palabras “démocratie” y “dictature”, califica un tipo de régimen esencialmente iliberal que conserva en lo formal los ropajes de una democracia:  “Régimen político que combina las apariencias democráticas con un ejercicio autoritario del poder”, dice su definición». Quien así habla es Pierre Rosanvallon en El siglo del populismo, su reciente libro.

Repito: ¿se ha entrado en Cataluña en el régimen de «democradura». Tengo más días para pensarlo.

 

Post scriptum.--- Mañana, si me acuerdo, hablaré de la paradoja de Bossuet. En todo caso, recuerden: «Lo primero es antes», enseñaba don Venancio Sacristán.

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