jueves, 26 de noviembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (13)


 

Seis y media de la mañana. Llueve a cántaros en Pineda de Marx. Subo a la ambulancia protegido por el paraguas de la conductora. Me da cosa que me diga «con cuidado, señor López Bulla». Seguramente me ve con los años que tengo. Paciencia, pues.

Leí que Daniel Innerarity decía el mes pasado: «Mi hipótesis es que la causa de que les cueste tanto acordar es que están más cómodos administrando la impotencia que el poder» (1). Puede ser que, en los últimos días, ese talante de ´no acordar´ haya cambiado; ahora, los comportamientos de ERC y  Bildu han entrado en otra fase. Hay que decir que han pasado a negociar frenéticamente los Presupuetos generales del Estado. ¿Pragmatismo sobrevenido? Puede ser, aunque tal vez sea más atinado definirlo como pragmatismo interesado en el caso de Bildu, es decir, no dejar que el PNV sea quien únicamente capitalice los beneficios de lo que haya podido conseguir; y también en el caso de ERC que mutatis mutandi parece que va deslizándose a la técnica pujoliana del peix al cove (pájaro que vuela a la cazuela). ERC está trabajándose con cierta inteligencia el voto de los moderados y de la gente de orden.

Con todo, ambas organizaciones no pueden ocultar cierto embarazo por el hecho de pactar. De ahí que Otegi, ufano por los pactos, declarara que «Este es el camino de la república vasca». Exageraciones. Por su parte, Rufián, menos entusiasta, se descuelga así: «Nuestro voto favorable no nos hace ser menos independentistas, ni menos republicanos». Es como si el uno y el otro dijeran a sus parciales ´que seguimos siendo de los nuestros´.

Lo dijimos ayer: las placas tectónicas se rebelan contra la sentencia aznariana de que «España se ha roto».

La ambulancia pasa a la altura de Mataró de Joan Peiró. Dejamos atrás la lluvia torrencial, aquí hay Sol. El Sol del Maresme.

Hemos leído que el Partit dels Socialistes de Catalunya retoma la cuestión federal en el programa electoral de las próximas elecciones autonómicas. La cosa me sugiere algunas meditaciones. Debo decir, en primer lugar, que un servidor es un federalista tardío. Prácticamente un novato. Soy, además, un federalista por descarte de otras opciones. Lo digo porque no soy de esas cosechas de federalistas, también bisoños, que se dicen con carnet desde los tiempos de Pi i Margall.

Mi tardía adscripción formal al federalismo me ha llevado, al no tener raíces firmes en esas militancias, a un constante tanteo de posiciones. De ahí que vaya viendo con gran preocupación los problemas que está atravesando el sistema de la España de las Autonomías. Que, en cualquier caso, estimo menores que los que tuviéramos con un régimen centralista. El que cada maestrillo de las autonomías tenga su particular librillo en la lucha contra la pandemia me ha parecido un grueso disparate. Mejor dicho, una irresponsabilidad. En ese aspecto y en otros más parece un sistema de behetrías y merinazgos independientes que un sistema coherente y a la altura de los tiempos. Es la reedición de los viejos taifatos. En ese mapa, hecho a trompicones, coexisten el jardín fiscal de la comunidad de Madrid con la progesiva depauperización de la España vaciada.  

Así, pues, entiendo que el diseño de una España federal requiere un examen de los comportamientos, generales y, sobre todo, concretos que se han dado en la España autonómica desde sus inicios. En mi pobre entender no sería pertinente pasar a otro sistema sin una exhaustiva verificación de los engranajes, grandes y pequeños, de esa telaraña tan confusa que se ha ido creando a lo largo del tiempo.  

La ambulancia --«galopa caballo cuatralbo,  jinete del pueblo / que la tierra es tuya» -- va que se las pela, gobernada con mano ducha por la conductora. La que me mira con los años que tengo.

Ah, las elecciones catalanas son el día de san Valentín. En ellas  intenta meter mano un entrometido Rafael Ribó, inquieto porque no se ve suficientemente instalado en el candelabro, que decía Sofía Mazagatos. Sin que nadie se lo pidiera ha saltado a la platea política planteando que debe ser una Comisión de expertos quien formule la conveniencia, o no, de celebrar los comicios el día 14 de febrero. Por aquello de la pandemia, claro. Bueno, de entrada es una opinión. Pero Ribó no se contenta con esa manera, digamos aséptica, de estar en el candelero. Y, con aparente sorpresa para el lector desconocido, pide que a tales comicios acudan «observadores  internacionales». Con lo que su imaginaria independencia como Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo) cae por los suelos. Es la política de Waterloo expuesta de manera vergonzante. Ribó se ha metido adrede en ese terreno justamente para allanarle el terreno a Puigdemont.

 

1)           Daniel Innerarity, El País, 12.10.20

Post scriptum.--- La ley de Gay—Lusac tiene su mérito. Lo sabemos. Y también el dicho de don Venancio Sacristán: «Lo primero es antes».    

 

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