Decía
la vieja copla granadina que Eugenia
de Montijo «cambió las aguas del Darro por las del Sena». Esta fue una
decisión estéticamente discutible, pero que en todo caso sirvió a la señora
para llegar a ser emperatriz. De igual modo Manuel Valls cambió las aguas del Llobregat por
las del Sena. No menos discutible, aunque ello le valió llegar a ser primer
ministro de la República. En conclusión, París –por lo que se ve-- bien vale
no sólo una misa sino también un cambio de aguas. Dos vidas no paralelas
–la de Eugenia y la de Valls-- que
confluyen en un triunfo y un fracaso en la política francesa.
Valls,
ahora vuelto a las aguas del Llobregat, es el candidato de Ciudadanos a las elecciones
municipales de Barcelona. En su honor habrá que decir que fue el primero en
alertar de la inconveniencia de que Ciudadanos y el Partido Popular pactaran con Vox para formar gobierno en
la Junta de Andalucía. Incluso llegó a pronunciar la bicha: es preferible estar en la oposición. Sin duda, el recuerdo
de las aguas del Sena le llevaron a pronunciar unas palabras que en Francia, al
menos hasta el momento, forman parte de la ortopraxis ´republicana´. Sin
embargo, las aguas del Llobregat son menos exigentes que las del Sena, y los de
Rivera no son tan
escrupulosos. Alguien debió darle a Valls un tirón de orejas: no seas tan
explícito, la política española es menos contundente; aquí nos movemos –le
dirían-- a medio camino entre Florencia
y Badalona. Y Valls, sacando de su cantimplora el agua milagrosa, encontró el
matiz para salir del paso. Lo que quiso decir –cambiando de tercio-- es que «los socialistas deben abstenerse para
que salga adelante el pacto entre el PP y Ciudadanos». Los aguas del Arno
florentino y las del Besós, otro rio no menos famoso. Que ya se ha alejado de
la ortopraxis republicaine. Barcelona
también vale una misa.
De
esa nueva versión de Manuel Valls se saca una lección no irrelevante: es más
fácil unirse a confusos compañeros que librarse de ellos. Y, comoquiera que en
su caso el músculo no duerme ni la
imaginación descansa (contradiciendo a Carlos Gardel),
se retuercen los valores republicanos de las aguas del Sena. Porque en aquellos
pagos se respeta, al menos hasta la presente, la primacía del partido más
votado. En síntesis, Valls abraza la magia de la palabra de la política
española: cuando dije «pasar a la oposición» me refería a que se abstuvieran
los socialistas.
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