lunes, 7 de enero de 2019

Manuel Valls y su lengua bífida


Decía la vieja copla granadina que Eugenia de Montijo «cambió las aguas del Darro por las del Sena». Esta fue una decisión estéticamente discutible, pero que en todo caso sirvió a la señora para llegar a ser emperatriz. De igual modo Manuel Valls cambió las aguas del Llobregat por las del Sena. No menos discutible, aunque ello le valió llegar a ser primer ministro de la República. En conclusión, París –por lo que se ve--  bien vale  no sólo una misa sino también un cambio de aguas. Dos vidas no paralelas –la de Eugenia y la de Valls--  que confluyen en un triunfo y un fracaso en la política francesa.

Valls, ahora vuelto a las aguas del Llobregat, es el candidato de Ciudadanos a las elecciones municipales de Barcelona. En su honor habrá que decir que fue el primero en alertar de la inconveniencia de que Ciudadanos y el Partido Popular pactaran con Vox para formar gobierno en la Junta de Andalucía. Incluso llegó a pronunciar la bicha: es preferible estar en la oposición. Sin duda, el recuerdo de las aguas del Sena le llevaron a pronunciar unas palabras que en Francia, al menos hasta el momento, forman parte de la ortopraxis ´republicana´. Sin embargo, las aguas del Llobregat son menos exigentes que las del Sena, y los de Rivera no son tan escrupulosos. Alguien debió darle a Valls un tirón de orejas: no seas tan explícito, la política española es menos contundente; aquí nos movemos –le dirían--  a medio camino entre Florencia y Badalona. Y Valls, sacando de su cantimplora el agua milagrosa, encontró el matiz para salir del paso. Lo que quiso decir –cambiando de tercio--  es que «los socialistas deben abstenerse para que salga adelante el pacto entre el PP y Ciudadanos». Los aguas del Arno florentino y las del Besós, otro rio no menos famoso. Que ya se ha alejado de la ortopraxis republicaine. Barcelona también vale una misa.

De esa nueva versión de Manuel Valls se saca una lección no irrelevante: es más fácil unirse a confusos compañeros que librarse de ellos. Y, comoquiera que en su caso el  músculo no duerme ni la imaginación descansa (contradiciendo a Carlos Gardel), se retuercen los valores republicanos de las aguas del Sena. Porque en aquellos pagos se respeta, al menos hasta la presente, la primacía del partido más votado. En síntesis, Valls abraza la magia de la palabra de la política española: cuando dije «pasar a la oposición» me refería a que se abstuvieran los socialistas. 

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