Hay
periódicos que han criticado los pactos de familia entre la derecha y la ultra derecha
españolas. Que incluso han hablado de la necesidad de un cordón sanitario para
aislar a los ultras. Son planteamientos que de manera natural se llevan a cabo
en Europa. Es una forma absolutamente legítima de defender la democracia y un
estilo congruente con ello. Mi pregunta es, pues, ¿ese comportamiento es
aplicable sólo a la política? No. Debería recorrer todo el humus de la vida
democrática. Por ejemplo, los medios de comunicación deberían tener unos
códigos propios –una auto regulación ad hoc--
sobre ese particular, compatible con la libertad de información y
expresión, que son las dos joyas de la corona de la democracia.
La
cosa viene a cuento por la página que El País ha dedicado a cierto
personaje extremeño que se propone liderar al partido ultra en la región. Es
alguien, además, sin personalidad relevante en la vida política española que,
de la noche a la mañana, ha pasado –como diría Lope de
Vega-- «de las musas al teatro». No contribuiré a difundir su nombre.
Tengo para mí que esta ayuda publicitaria –involuntaria, por supuesto—es un
disparate. O una ingenuidad por parte del rotativo.
Por
otra parte, en el mismo diario aparece una interesante entrevista a la ministra
de Hacienda, María Jesús Montero. Leo atentamente y me viene otra sorpresa.
Afirma la titular del ramo que «Estos presupuestos son el mejor antídoto contra
el populismo de Vox».
Y me pongo a considerar: ¿no tenía Montero otro argumento más conveniente? ¿por
qué debe darle ese contenido publicitario tan favorable al partido ultra? ¿No
tiene la dama asesores que corrijan sus improvisaciones? Cada vez que se cita
su nombre se le ayuda a encumbrarse. Y se le costea parte de la agitación y
propaganda.
…
Y me viene a la memoria un personaje siniestro, autor de mil fechorías, que
aparece en la novela Los novios, de Alessandro Manzoni. El autor le llama el Innombrable. Por
lo menos era una manera de castigarle llamándole de esa manera.
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