Finaliza este annus horribilis con otra situación
hilarante en Cataluña. La vanguardia del politiqueriado (los ex Convergència,
Esquerra y los cuperos) han confeccionado un proyecto de ley para regular
jurídicamente el interregno entre la desconexión con España y la independencia.
Comoquiera que quieren evitar que el Tribunal Constitucional le meta mano lo
guardan en secreto. Con siete llaves en el sepulcro de Wifredo el Velloso. Un
proyecto de ley secreto. Esto es preocupante. Sin embargo, se convierte en
hilarante cuando la número dos de Esquerra Republicana de Catalunya, Marta Rovira, declara que
dicha norma es «inimpugnable». Tan llamativa situación es digna de figurar en
una escena de la reciente novela de Laurent Binet, La
séptima función del lenguaje, que ha publicado Seix Barral en octubre de
este año.
¿En qué quedamos? Si es
«inimpugnable» no hay nada que temer. Y si es impugnable, el hecho de no hacer
público su contenido es –como ha señalado el diputado Joan
Coscubiela-- algo extraño a la
transparencia de la democracia. Por decir esta obviedad al diputado le está
cayendo encima todo un vendaval de improperios por parte de las mesnadas del
feudalismo soberanista.
Sea como fuere la cosa tiene su
miga. Pongamos que un buen día de estos –una vez resuelta la incógnita de si es
impugnable o no-- dicha ley se aprueba
por el Parlament de Catalunya. La reyerta jurídica, así las cosas, está
servida. ¿A qué debe atenerse la ciudadanía en Cataluña? ¿Quién protege y cómo
a quienes nos pasemos por el forro de nuestra cabeza la norma catalana?
Pero el año horrible acaba
también con unas declaraciones de Carles Puigdemont que, en su delirio, afirma que el referéndum,
que prevé para setiembre de 2017, será válido con la decisión favorable «de la
mitad más uno». Más preocupante todavía es el sermonario de usa, a saber:
porque no pueden tener ventaja los «obstruccionistas». O sea, los partidarios
del no.
Esta es una situación que
debería preocupar a los maestros en vaguedades. Son aquellos que pactaron
solemnemente hace pocos días que el referéndum sería pactado y, todavía, sin
fecha. En definitiva, las conclusiones de dicho encuentro son agua de borrajas,
papel mojado.
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