Estamos hablando de Podemos.
Como es sabido la reciente votación preparatoria de Vistalegre 2 se saldó con
una victoria de Pablo Iglesias el Joven sobre Íñigo Errejón. La diferencia fue
exigua: sólo dos puntos de diferencia. Lo suficiente para legitimar los
planteamientos de Iglesias, pero no para que políticamente este haga de su capa
un sayo. A simple vista da la impresión que Iglesias parece haber entendido el
mensaje, al menos así se desprende de las reiteradas declaraciones que el
primer espada ha hecho a los diversos medios de comunicación. Iglesias, nos lo
dice él mismo, habla llegar a acuerdos, de concordia y de otros aliños amables.
Sin embargo, en veinticuatro
horas se produce un giro: se produce la destitución del portavoz del grupo
parlamentario en la Asamblea de Madrid de Juan Manuel López, conspicuo
errejonista. Ni siquiera se han guardado las formas de treva i pau, según antañonas costumbres tanto para la Navidad como en días de fiestas
señaladas. O sea, antes de que el niño Jesús naciera 2016 veces –durante siglos
en el Portal de Belén y desde hace tiempo en El Corte Inglés-- se rompe la «tregua y paz» en Podemos, y en
la mitad del barranco las navajas de Albacete relucen como los peces. Que dijo
el poeta de Fuentevaqueros.
¿Va por libre el sector
ligeramente mayoritario de los podemitas de Madrid? ¿Han hecho alguna trastada
los errejonistas entre el resultado de la votación y la reaparición del hacha
de guerra? ¿Está en el ajo Pablo Iglesias? ¿Tiene credibilidad que Iglesias no
fuera informado de que se iba a proceder tan repentinamente a una destitución
de ese calibre? Aparentemente es una ecuación con demasiadas incógnitas, que
alguien debería explicarnos. Al menos por esta razón: Podemos ha intentado
explicar, con desigual fortuna, qué pasa desde el cabo de Gata hasta
Finisterre, pero nunca nos ha dicho qué diantre ocurre en su casa. Toda una
patología que exhibe la izquierda desde los tiempos de Catilina. Este es un
vicio tanto de la gauche qui rie como
de la gauche qui pleure.
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