Dimito si no se aprueba lo que
yo digo. Este es un recurso que con cierta frecuencia utilizan algunos primeros
espadas de la política. A simple vista parece un argumento sensato pues no
parece lógico obligar a nadie a asumir unas altas responsabilidades con una
línea política que no comparte. Pero la cosa tiene sus matices que no podemos
pasar por alto.
Cuando se está en el fragor del
debate, la utilización de dicho
artificio («me voy en caso de perder») es algo más que un recurso retórico. Es,
ante todo, un elemento de presión que asfixia el desarrollo de la discusión a
favor de quien lo utiliza. Más todavía, es un elemento que distorsiona adrede
la deliberación. Por tanto, contiene unas arrobas de autoritarismo. Por lo
demás, interfiere en la posibilidad de construir una síntesis que engarce las
posiciones de la mayoría con aquellas zonas de razón, no contradictorias de la
minoría. Este sería el ´arte´ de debatir con punto de vista fundamentado. Lo
otro es lo reincidentemente sobado: «O César o nada». Que siempre exige el
zafarrancho de los brazos de madera en perfecta formación.
Pablo Iglesias
el Joven ha sacado
del arcón de la vieja política ese recurso. Comoquiera que lo ha utilizado
demasiadas veces no se trata de un error. Es una concepción asumida a sabiendas
de lo que va el cotarro. Cuestión diferente es que, cuando se ha agotado la
discusión y se han acabado las cajetillas de celtas cortos, se diga: "Con estos
planteamientos yo no puedo continuar al frente de la cofradía". Esto es ya es
otra cosa. Y naturalmente tiene su lógica. La lógica del momento y de la fase.
Así está una parte de las cosas.
Seguirán las hablillas entre unos y otros a través de esa nueva arma letal que
es el twitter. El twiter-tarántula.
Una sugerencia a Pablo Iglesias
el Joven: tenga en cuenta que «la tarántula es tan perniciosa para los ciervos
como para los hombres, y puede provocarles en poco tiempo la muerte. No
obstante, si comen hiedra, la picadura no les produce ningún daño. Es necesario
que la hiedra sea silvestre». Lo dijo nuestro viejo amigo Claudio Eliano (170 – 235) en sus famosas Historias Curiosas. Este es un aviso contra la ignorancia
voluntaria.
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