"Con qué trabajo deja la Luna a Granada" (Juan de Dios Calero)
La cabezonería de Mariano Rajoy en premiar lo
mediocre hará que Fernández
Diaz sea nombrado presidente de
la Comisión de Exteriores del Parlamento. El hombre de Pontevedra es ansí. Ni siquiera las turbulencias
europeas, ni la elección del hombre rubio como presidente de los Estados Unidos
le han hecho desistir de su grotesco error. El ex ministro, recientemente
censurado en el Parlamento, es premiado con bombo y platillo. No hace falta
tener una sesera normal para pronosticar que este tosco personaje (su fama le
precede) será incapaz de aportar nada pertinente a esos movimientos tectónicos
de la política europea e internacional.
Ahora bien, el hombre de
Pontevedra no da puntada sin hilo. Y hasta cabe la posibilidad de que la
intención de su designación tenga un sentido. Que sea el jefe oficioso de una
parte de la diplomacia española. Y si no fue ese el objetivo inicial –fracaso el
intento de ser embajador en el Vaticano— ahora queda reconvertido.
Fernández es un hombre de
fuertes convicciones ultra religiosas, de hondas raíces reaccionarias: un
ultramontano de tomo y lomo. Por tanto, podría ser el vicario del hombre rubio
en Europa. Podría, desde su cargo, quien clandestinamente (o no) conectara a
España con mandatarios de aquellos países europeos que nos tienen en vilo.
En otras palabras, la diplomacia
española sería como Jano Bifronte: el ministro luciendo el oro oficial de la
política internacional y Fernández
bregando con el oficioso percal de las tribulaciones. ¿Exageraciones? Vamos a
ver, ¿ustedes se piensan que la política internacional no tiene cloacas? Pues
sí, las tiene: unas huelen a chanel número 5; otras a abubilla.
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