lunes, 13 de junio de 2016

La desfachatez de algunos intelectuales




(Un ejercicio de redacción)

Algunos autores tienen un consumado magisterio de pasar de los manjares literarios a la pitanza más indigesta cuando cambian de género. Pongamos que hablo de Javier Marías, muy capaz de novelar con gusto y, ocasionalmente, ofrecernos por el contrario una serie de pitracos en forma de artículos periodísticos. Para muestra un botón: su último artículo en El País dominical de ayer y en el blog del autor (1). Ignoro las razones de la versatilidad de Marías, quiero decir los motivos que le llevan a pasar del coro al caño de una manera tan desparpajada. Ignacio Sánchez—Cuenca, autor del libro La desfachatez intelectual (Catarata 2016) nos habla --largo, tendido y sin pelos en la lengua--  de estos asuntos, refiriéndose a algunos exponentes de la crema de la intelectualidad española.

A Javier Marías no le gusta Podemos. Nada que objetar: cada cual baja o sube las escaleras como quiere. Por lo tanto, el autor (interviniendo claramente en la campaña electoral como es su derecho-deber) expone sus consideraciones sobre el particular. Otra vez: nada que objetar. Pues bien, a tal artículo me confronto desde la modestia de un ejercicio de redacción. Ya verá el avisado lector que el nivel de observaciones que Marías pone en circulación es un calco (o sea, algo diferente a un plagio) de los manidos argumentarios, desde la a hasta la z, que exhiben sistemáticamente los portavoces jabalíes del Partido Apostólico y algunos de sus alrededores. Con lo que Marías toca una partitura de otros compositores. ¿No le sería exigible que, al menos, alguna crítica fuera fruto de su particular cosecha?

Por otra parte, sorprende que un intelectual utilice el mismo estatuto del tertuliano de garrafón, vale decir: el uso de una lógica viuda, que prescinde de la demostración de los predicados; la irascible sintaxis que abusa de los adjetivos a golpe de improperio; la militancia hooligang en el nihilismo de secano; la estridente imitación de la escritura de aquel César González—Ruano que tuvieron que soportar la generación de mis padres y los primeros años del uso de razón de la mía. Lo que lleva a Marías a formar parte de la caravana del matonismo de la palabra.

Digamos las cosas sin perifollos: no creo que Marías forme parte de una intelectualidad subvencionada; mi impresión es otra: se trata del resultado de un agotamiento –definitivo o no--  de su capacidad de pensar con las convenciones y normas de la lógica. Por supuesto, se puede poner verde  a Podemos, pero a un intelectual le debemos exigir que cumpla los códigos y artificios de una crítica con punto de vista fundamentado. Competir, además, con los solecismos y fantasmadas de los portavoces jabalíes es invadir un terreno que, para mi paladar, debería estar vetado al intelectual que se precie de tal, ya sea de derechas, izquierdas o activista de la Brigada Brancaleone.

Lo dicho: lean La desfachatez intelectual. Tal vez al profesor Sánchez—Cuenca se le haya ido un poco la mano a la hora de enjuiciar a estos nuevos clérigos, pero en todo caso se queda corto sobre algunos de ellos.





1 comentario:

Karl Mill dijo...

http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2016/04/un-articulo-de-sanchez-cuenca-con-pocos.html

Es más fácil predicar...